La hermana Heike

Recientemente hemos recibido el testimonio de una de nuestras hermanas llamada Heike, hemos creído conveniente dedicarle un espacio en nuestra web pues su experiencia nos resulta muy interesante e instructiva. Su testimonio se complementa con el del ciudadano L70884H.

Nuestra hermana Heike

Soy una mujer nacida y educada en el patriarcado. Pese a ello siempre tuve claro que, como mujer que soy, merezco ser adorada por los hombres. Pese a la educación represiva propia de la sociedad patriarcal, un buen día llegué a la conclusión de que me interesaba el sexo, y que mi libertad sexual femenina era un tesoro y debía protegerla y conservarla siempre. Mi marido lo entendió y aceptó, él me trata como una reina porque lo soy, soy una reina. En la época patriarcal sentía una atracción irresistible por las pollas grandes: notar como me toman, como me penetran, como estiran las paredes carnosas de mi vagina al máximo…. Yo lo disfrutaba profundamente y mi marido también estaba contento viendo como su amada esposa gozaba del sexo libremente pese a que él estuviese con su pene enjaulado totalmente a mi merced y sin poder acceder a placer alguno. Me sentía a gusto viendo como yo usaba a los hombres con pene grande para mi placer frente a la mirada de mi fiel y sumiso esposo. Pero me faltaba algo, había en mí un hueco que no acababa de llenarse. Desde siempre que amo a mi esposo, él me ama, yo disfruto del sexo libremente, utilizaba a las pollas grandes para satisfacer mi placer íntimo femenino, pero había algo en mí que necesitaba respuesta. Lamentablemente no era capaz de definirlo en palabras, era una especie de vacío interior de sentimiento de falta, una sensación íntima imposible de explicar. Todo esto era antes de la experiencia que voy a relatar enseguida. Desde que la diosa Venus me tomó y se adueño de mi cuerpo que mi visión del placer ha cambiado completamente: ahora también me atraen las pollas grandes pero de otra manera, de una forma mucho más espiritual, más mística. Y es que mi forma de gozar del sexo ha cambiado. Empezaré presentado a mi amante, el que ahora es ciudadano de nuestra amada república matriarcal.

Conocí al ciudadano L70288H, que por entonces se llamaba Tyron, un hombre afrocaribeño joven y muy viril, enseguida lo convertí en mi amante preferido, pues además te tener un pene enorme le encantaba follarme con pasión delante de mi marido hasta el punto de dejarme despatarrada en la cama. Pero Tyron tenía un defecto que no me gustaba: era muy machista y siempre que venía a casa a follarme le gustaba burlarse de mi marido con la estupidez esa del “macho beta y el macho alfa”.

Algunas veces le traía a mi marido un croissant para que merendara mientras nos veía amándonos, lo hacía para reírse de él. A mi marido no le importaba, él me decía: “Lo fundamental es que Tyron te hace feliz y te lleva al éxtasis, lo que diga de mí me es indiferente.” Pero a mí me sentaba muy mal que se burlase a menudo de él. También se reía del hecho que yo obligase a mi marido a llevar jaula de pene. Realmente era una lástima que un muchacho con tantas posibilidades, con una polla enorme y hermosa fuese tan inmaduro, engreído y machista…. Al final simplemente procuraba no escucharle cuando hacía sus comentarios estúpidos sobre machos alfas y betas. Y es que cuando su enorme pene me penetraba abriéndose camino en mi interior, estirando al máximo las húmedas paredes de mi vagina sentía tal placer que enseguida olvidaba sus tonterías propias de un niño malcriado.

Un día, navegando por internet conocí la web de The Universal Gynecocratic Republic, conocí los rituales, aprendí sobre la verdadera Historia Sagrada, sobre nuestra Diosa Venus, sobre el verdadero origen del Universo y sobre la lucha de la primera mujer “Lilith” por liberar a su hermana “Eva” y a todas las mujeres del mundo sometidas al patriarcado. La historia me fascinó y día a día fui aprendiendo más y más. Empecé a ver mi cuerpo de otra manera, de hecho de la única manera como una mujer debe verse al mirarse al espejo: como una diosa, como una reina todopoderosa a la que los hombres deben adorar y obedecer. Mi esposo también se inculcó cada día más de los ideales matriarcales y de la filosofía ginecocrática de forma que su adoración hacia mí aumentaba con el paso del tiempo.

Me hice hermana de nuestra república matriarcal y, por supuesto, ordené a mi marido hacerse ciudadano masculino. Me empecé a interesar por la estructura religiosa de The Universal Gynecocratic Republic, nuestro amado país, me atraía la idea de convertirme en “venerea” o incluso en “sacerdotisa”. Así que, con la intención de que me apoyaran en mi ilusión por pertenecer a nuestra organización religiosa, contacté con algunas venéreas y sacerdotisas, pero al ser una mujer nacida y educada en el patriarcado no podía entrar a formar parte de nuestra sagrada organización. Así que inicié una búsqueda espiritual en mi interior y empecé a comunicarme con la Luna por mi cuenta. Conseguí un calendario lunar y cada noche de luna llena (salvo que estuviera nublado) salía a hablar con ella, con nuestro astro divino. La visión espectacular de la luna llena me parecía impresionante y me aportaba una calma y una serenidad difíciles de explicar. Cuando hablaba con la Luna sentía como si todo fuese posible, como si aquella imponente presencia nocturna pudiera llenar el hueco que sentía en mi interior. Y, de hecho, así fue:

Aquella noche de luna llena coincidió con una menstruación muy dolorosa. Algo extraño en mí puesto que mis reglas no suelen ser molestas ni mucho menos dolorosas. Decidí ir a comunicarme con nuestra diosa Venus, necesitaba hacerlo. Era una noche serena, no habían nubes en el cielo y nuestro astro sagrado podía verse con toda su plenitud. Miraba la Luna fijamente y hablaba con ella, como de costumbre, pero esta vez fue diferente. Era verano, hacía calor y no había ni un alma a mi alrededor, así que decidí tumbarme sobre una toalla y quitarme la blusa para ofrecer mi torso desnudo, mis pechos sagrados, mis pezones rosados y tersos a la luna llena. Al descubrir mi pecho noté como sus rayos de luz bañaban mis senos, notaba como si los acariciase, era una sensación muy extraña, como si varios pares de manos acariciasen mis pechos, abdomen, cuello, hombros y demás de forma suave y agradable.

Decidí desnudarme por completo frente a la Luna y noté como aquellas agradables caricias se extendieron por todo mi cuerpo. Las caricias aparecían y desaparecían de forma intermitente sin seguir un patrón determinado. La agradable luz de la luna me envolvía haciéndome sentir una sensación muy extraña: era como si la presencia de nuestro astro sagrado dejase de estar en el cielo para introducirse en mi cuerpo y habitar mi pecho.

La presencia de la Luna acabó tomando todo mi ser, física y espiritualmente hablando, su luz envolvió por completo toda mi suave y pálida piel a la vez que la energía lunar penetraba por todos los agujeros de mi cuerpo invadiéndome completamente. Lo que tenía que pasar pasó, en ese momento comprendí que yo estaba destinada a ser poseída por la Diosa Venus a través de su astro sagrado y así fue. Fue una experiencia sumamente placentera pero a la vez imposible de explicar o narrar. Disfruté de un orgasmo, si es que se le puede llamar orgasmo, pues jamás había alcanzado un orgasmo sin acariciarme, y es que en todo momento mis manos estuvieron quietas. Mi garganta lanzó hacia la luna llena un profundo grito femenino de placer y felicidad dejando bien patente que aquel astro, desde el cielo nocturno, me había tomado y poseído de forma absoluta. Fue como un bautizo, como un nuevo resurgir.

No me acaricié ni siquiera un instante, pero aquella descarga de PLACER en mayúsculas no tenía absolutamente nada que ver con un orgasmo, por lo menos con los que yo había disfrutado hasta ese momento. No me atrevería a decir que fue más o menos intenso, porque lo que yo sentí no se podía comparar con nada. De repente desaparecieron todos los dolores de la menstruación. Mi cuerpo sólo sentía placer y relajación, mi alma sólo sentía poder y energía positiva.

Regresé a mi casa lentamente, pero tenía una sensación extraña en mi interior, era como si la Luna con todo su esplendor hubiese abandonado el cielo para habitar mi interior, mi pecho. Caminaba y notaba como si flotara, como si fuese totalmente liviana y ligera. Al entrar en el dormitorio mi esposo dormía, me tumbé a su lado en la cama mientras mi mente trataba de analizar lo que había pasado pero no era capaz, se trataba de una experiencia mística, sería algo parecido a un “viaje astral”. Mis ojos se llenaron de lágrimas de felicidad que rápidamente fluyeron por mis mejillas. Notaba que había logrado encontrar mi auténtica esencia femenina y sabía que, a partir de aquel momento, ya no volvería a ser la misma mujer. Por un momento pensé en despertar a mi marido y contarle sobre mi experiencia mística con la Luna, con el astro sagrado que nuestra Diosa Venus utilizaba para comunicarse con nosotras, las mujeres, pero enseguida me quité la idea de la cabeza, él es un hombre y no podía entenderlo.

Durante los días posteriores a esta experiencia mística con nuestro astro sagrado me sentía fuerte, decidida, alegre y feliz; mi autoconfianza creció exponencialmente. Cada vez que me veía en el espejo sonreía y aumentaba mi autoestima más y más.

Estaba tan animada que decidí contactar con L70288H (Tyron), pues me intrigaba saber cómo sería experimentar un orgasmo después de la experiencia mística que había tenido con la Luna. ¿Volvería a sentir placer? ¿Cómo me sentiría? ¿Cómo notaría su enorme polla caliente dentro de mi vientre? Por supuesto que mi marido me lame la vulva para mi placer personal, pero, pese a que se esfuerza al máximo y llega a hacerme cunnilingus realmente placenteros, no pueden compararse a sentir una polla enorme eyaculando en mi interior. La verdad es que sentía un poco de miedo pues no sabía qué pasaría pero también tenía mucha curiosidad. Aquella experiencia con la luna llena me había transformado en mi día a día y me preguntaba cómo me había transformado sexualmente, si era, o no, la misma mujer ardiente y pasional cuando disfrutaba del sexo con mi amante.

Así que concerté una cita con L70288H justo para la noche de luna llena del mes siguiente a mi experiencia mística. Mi esposo nos preparó una cena romántica, tal y como le encargué. Pero la experiencia no resultó como yo esperaba, no puedo decir que fuese simplemente “placentero” pero tampoco “traumático” ni mucho menos. Simplemente en un momento dado me evadí y tuve una especie de viaje astral que nada tenía que ver con lo que había sentido hasta ese momento.

Todo empezó bien,con una cena romántica preparada y servida por mi marido como ya he comentado. L70288H estaba más atractivo de lo normal, no sé si era el vino o el hecho de que aquella noche se comportaba de forma respetuosa con mi esposo, pero mientras cenábamos y él me hablaba, mi vulva sagrada se iba empapando más y más de flujo íntimo. Deseaba terminar la cena y que mi amante me tomara con pasión, como a mí me gusta ser penetrada.

L70884H

Soy el ciudadano L70884H de “The Universal Gynecocratic Republic”. Tengo que decir que ese es mi nombre “L70884H”, por lo visto tenía otra identidad antes de aquella noche en la que podría decirse que “volví a nacer” pero eso no importa, hasta el día de mi muerte me llamaré L70884H.

No recuerdo mucho sobre cómo era mi vida antes de aquella experiencia. Recuerdo que conocí a mi reina, a Luise, hace mucho tiempo, su esposo nos presentó. Desde el momento de conocerla empecé a desearla: su piel tan blanca y suave, su mirada sensual, su cuerpo atractivo. Mi debilidad eran las mujeres blancas y casadas. Entonces era un joven estúpido, incluso tenía la desfachatez de burlarme del esposo de Luise. Le lanzaba indirectas sobre el poder del macho alfa sobre el beta y tonterías similares. Así era yo hasta aquella noche que jamás olvidaré. El marido de mi reina me llamó para una cita romántica. Yo lo disfrutaba, me encantaba acariciar su piel suave y pálida, presionar con mis dedos su cuerpo terso y fresco y, por supuesto adoraba penetrarla, invadir su elástica y flexible vagina lentamente pero con determinación. Recuerdo sus expresiones de intenso placer cuando la penetraba. Aquella noche fue muy diferente: Después de la cena la abracé desde detrás y la llevé poco a poco hasta la cama. Recuerdo que hacía calor, así que su marido abrió la ventana y corrió las cortinas, la luz de la luna llena entraba directamente en el dormitorio. “Será la primera vez que la luna llena presencie como le hago el amor a una mujer” pensé en mi interior. La señora Luise, mi actual reina, estaba distinta, la notaba diferente a otras veces, tenía un brillo peculiar en sus ojos y actuaba con una determinación y una seguridad que no había notado hasta ese momento. Además noté que su vagina, así como toda su vulva, se lubricaron enseguida y de forma abundante. Después de unos pocos besos y caricias su flujo íntimo invadió su flor completamente. Esto facilitó enormemente la penetración y el placer de ambos. Estábamos gozando cuando de repente ella se colocó a horcajadas encima mío presionando con sus manos mi pecho y dejando todo el peso de su cuerpo sobre mi bajo vientre asegurando una penetración completa en la cual era ella quien me dominaba y controlaba totalmente el acto. De repente su vagina y toda su vulva se tensaron de forma que no podía moverme, aquella vulva había bloqueado completamente mi pene y me era absolutamente imposible sacarlo de su vagina ni librarme de su presión. Aquella mujer me había atrapado en su interior. Me asusté, me asusté mucho, y mi reacción fue inmediata, intenté protestar. “¡¿Qué demonios es esto?!” quería gritar pero mis labios se congelaron al ver sus ojos. Aquellos ojos azules ya no eran sólo hermosos, ahora escrutaban mi mirada, no es que me mirasen fijamente, es que me estaban penetrando impunemente, aquella mirada invadió mi mente y la señora Luise penetró en mi mente, en mi cabeza, adueñándose de ella, invadiéndola, tomándola y sometiéndola sin resistencia alguna por mi parte.

Quise gritar, gritar de terror y miedo, pero el grito se ahogó inmediatamente en mi garganta antes de empezar. La mirada de aquella diosa todopoderosa había tomado toda mi cabeza, penetraba por mi boca, congelaba mi lengua, mi paladar, mi garganta, mis cuerdas bucales, notaba como iba conquistando todo mi cuerpo. Mi corazón se puso a latir a toda velocidad con tal fuerza que sólo era capaz de oír sus latidos imponentes.

De repente los ojos de la señora Luise se transformaron y decenas, centenares… MILES de miradas femeninas que empezaron a penetrar en mi mente. De hecho, a través de los ojos todopoderosos de aquella mujer entraron en mí todas las mujeres de la historia: las mujeres que habitaron el matriarcado durante el Neolítico, la fenicias, las faraonas, las griegas, las romanas, las mujeres científicas, las mujeres luchadoras, las brujas quemadas sin piedad por el patriarcado, las heroínas soviéticas que alcanzaron Venus, etc.

A través de los ojos mágicos de la hermana Louise TODAS las mujeres entraron en mi ser y se adueñaron libremente de mi cuerpo, sometiéndolo, doblegándolo, haciéndome sentir insignificante, un simple juguete, nada más que una diversión, un entretenimiento para ellas. Me hicieron sentir pequeño y ridículo frente a su todopoderosa presencia femenina. Lo más extraño de todo es que ya no estaba asustado sino todo lo contrario: el miedo había desaparecido y una sensación de agradable tranquilidad y seguridad recorrió todo mi cuerpo. La paz, la calma, y relajación completa dejaron mi cuerpo a merced de todas aquellas mujeres que hacían con él lo que deseaban. Noté como si mi ser masculino hubiera sido creado para ser tomado, para ser adueñado, para ser esclavizado por aquellos seres femeninos, dirigidos y capitaneados por aquella DIOSA, la hermana Louise. Era como si mi cuerpo se hubiera convertido en un jardín repleto de hermosos árboles frutales, de manzanos, y todas aquellas mujeres entrasen riendo, cantando, saltando, bailando de alegría y, en completa comunión, devorasen con placer aquellos dulces frutos, aquellas manzanas, en los que se habían convertido todos los órganos de mi cuerpo. Súbitamente dejaron de reír y de comer, la señora Luise, transformada en una diosa sagrada, entraba en el jardín y todas las mujeres se arrodillaban a su paso.

De repente desperté, la Diosa Luise besaba mi boca, pero no era un beso, era la toma de mi cuerpo, de mi alma y de mi ser por derecho de conquista. Ella era una mujer, una diosa, yo era un hombre, por lo tanto ella tenía todo el derecho a tomarme, a adueñarse de mí, a esclavizarle, a someterme. Me dí cuenta en ese momento que aquello no era sexo, aquello era un ritual de posesión que ella había practicado conmigo y es que desde entonces dejé de ser persona para transformarme en un ser cuyo único propósito es complacer a la diosa Louise. Miré a su marido, él tenía una sonrisa entre satisfecha y sumisa, noté sus ojos clavados en mí, y fue entonces cuando entendí que mi destino estaba ligado al suyo, que tanto él como yo pasaríamos el resto de nuestra vida sirviendo a nuestra DIOSA sagrada que nos utilizaba a su antojo, como una gata cuando juega con un ratoncito pequeño y se divierte con él haciéndole sufrir a su antojo.

Hermana Heike

Aquello fue superior a mí, pues noté que mi cuerpo era simplemente un canal, una especie de “mensajero”. Ya, desde la cena con Tyron (L70884H) que me sentía extraña. Una vez que llegamos a la cama noté que mi vagina estaba totalmente lubricada. Esta vez no fue necesario que mi marido me hiciera el cunnilingus previo a la penetración como siempre me hace cada vez que Tyron, o cualquiera de mis amantes de polla enorme, viene a casa a amarme. Desde el momento en que me abrazó por detrás y empezamos a besarnos noté como si mi cuerpo no fuese mío, como si estuviera poseída por un ser poderoso y extraño. En un momento dado me senté a horcajadas sobre su pene para sentirlo bien adentro y a partir de ahí todo fue como una película, como si hubiese salido de mi cuerpo y viese todo lo que sucedía desde fuera. Mis órganos femeninos se pusieron duros de forma completamente inconsciente. Mi vagina se tensó atrapando totalmente el pene de mi amante, que ya no era ni grande ni pequeño, ni duro ni flácido porque ya no existía, simplemente mi cuerpo lo había tomado, lo había engullido por completo. En ese momento mi organismo ya no era mío sino que pertenecía a nuestra Diosa Venus y era ella quien se adueñaba de aquel pene, y con él de todo el cuerpo masculino, para transformarlo en un hombre de verdad: en un ser que dedicaría el resto de su existencia a complacer a las mujeres, en una herramienta al servicio de nuestra república matriarcal. De repente pasó algo extraordinario: el cuerpo de mi amante perdía poco a poco su forma, su pelo desaparecía, su tamaño se modificaba, hasta que se convirtió en un cuerpo femenino. Tyron había desaparecido y frente a mí había una muchacha atractiva de piel mucho más oscura que la mía, una mujer hermosa y embarazada con una barriga enorme.

Aquella mujer afro me ofrecía su vientre y yo me incliné hacia él para besarlo tiernamente. Mi labios rozaron suavemente aquel ombligo oscuro con la intención de besarlo con suma ternura mientras notaba la fragancia dulce y afrutada de la futura, pero muy cercana, maternidad. Me incliné frente a aquel vientre sagrado y besé tiernamente su ombligo. Después miré directamente a los ojos de aquella mujer y ella me sonrió con complicidad, complicidad femenina.

Abrí mis ojos y allí estaba Tyron con aquella hermosa sonrisa maternal grabada en su rostro masculino. Pero su sonrisa se le congeló y de repente noté como mi vagina absorbía toda su esencia vital, como una abundante cantidad de líquido caliente brotaba en mi vientre. Aquello no tenía nada que ver con una eyaculación normal, era como si mi vagina y mi vientre absorbieran con energía infinita toda la esencia vital del que, hasta entonces, era mi amante. En ese momento L70884H apareció de nuevo, se deshacía en mi interior en forma de líquido. Mi vientre lo absorbía completamente, se adueñaba de su esencia libremente… Y ahí fue cuando alcancé mi primer éxtasis celestial.

No tiene absolutamente nada que ver con un orgasmo normal y corriente. Lo que yo viví en ese momento quedó grabado a fuego en mi corazón, en mi vientre, en mi sexo, en mi pecho, en todo mi cuerpo. Sentí como mi esencia femenina alcanzó toda su plenitud y era consciente del privilegio que estaba experimentando. Fue extremadamente placentero, pero no tiene nada que ver con el orgasmo común y corriente, aquello podría calificarlo como “orgasmo astral” puesto que el placer emanó de la Diosa Venus y de nuestra Luna sagrada. Podría decir que en ese instante alcancé mi total plenitud como mujer y fui consciente de que el vacío que habitaba en mi interior hasta ese momento, se cerraba, desaparecía de mis entrañas para siempre.

La todopoderosa Diosa Venus había utilizado mi cuerpo para someter al macho estúpido y prepotente. Su divina presencia penetró en el cuerpo de Tyron, lo poseyó sin contemplaciones y rompió, literalmente hizo añicos, su masculinidad, para hacerla desaparecer. Una vez liberado, la diosa no tuvo dificulta en conectar con la esencia femenina que habita en todo hombre desde el momento de ser creado, la conocida como “sabia maternal”. Fue en ese momento, cuando la Diosa Venus iluminó la sabia maternal de Tyron, me conectó con ella y eso me hizo experimentar mi primer orgasmo astral, mi primer éxtasis celestial.

Desde ese momento mi cuerpo ha absorbido toda la capacidad de sentir placer de mi amante, me he adueñado de su gozo. Aunque podría decirse que no lo he hecho yo sino nuestra Diosa Venus a la que estoy agradecida. Los hombres no han sido creados para sentir placer sino para servirnos y obedecernos. Cuando la sagrada Diosa Venus despierta la “sabia maternal” que habita dentro de todo hombre, anula por completo su capacidad masculina de sentir placer para convertirlo en un esclavo al servicio del género superior, el femenino. Debo confesar que yo, hermana Luise, me siento orgullosa de tener el privilegio de haber sido elegida por la Diosa Venus para cumplir con esa misión: someter al macho prepotente y estúpido, anular su masculinidad tóxica para convertirlo en un hombre de verdad, un esclavo a nuestro servicio, al servicio permanente de nuestra amada república matriarcal.

L70884H

Aquella experiencia dejó mi polla inservible para la penetración, desde aquella noche mi pene ya no se pone duro puesto que perdió toda su sensibilidad. Cuando noto mi vejiga llena y voy al inodoro a orinar no soy capaz de sentir cuándo el chorro de orina va a pasar por la uretra, así que desde entonces tengo que orinar sentado en el inodoro, como si fuese una mujer. La diosa Luise me obliga a llevar cinturón de castidad, así que he comprado varios modelos de The Vice y se los he ofrecido a ella para que encierre mi pene a su gusto. Cada vez que ella desea jugar, o reír, con mi pene abre la jaula y se divierte libremente con él. De hecho no es totalmente cierto que mi pene no se ponga nunca duro, la Diosa Luise es capaz de conseguir que se ponga totalmente erecto, pero lamentablemente mi polla sigue igual de fría que siempre y yo sigo sin sentir absolutamente nada. A mí no me importa pues tal vez a muchos hombres mi situación les pueda parecer humillante pero, como digo, desde que la Diosa Luise me tomó aquella noche y me ordenó ingresar en “The Universal Gynecocratic Republic” que he encontrado mi verdadero sentido a la vida: servir a mi diosa y a nuestra república matriarcal. Un hombre de verdad tiene la obligación moral de complacer a las mujeres, adorarlas y obedecerlas, y es que en eso radica la auténtica esencia masculina: en la servidumbre perpetua a las mujeres que hay alrededor del hombre.

Mi diosa Luise me ha explicado que antes de la experiencia mágica de aquella noche yo era machista y decía estupideces, como que los hombres se dividen en machos alfas y betas según si son capaces de dominar o no a la hembra, al “premio”. Decía también que me burlaba de su marido con comentarios infantiles e inmaduros. La verdad es que no lo recuerdo y tampoco me importa mucho porque ya no puedo volver atrás y para mí lo importantes es lo que hago ahora. Desde que volví a nacer (desde que la Diosa Luise, utilizando su magia femenina, me hizo volver a nacer) que sólo tengo clara una cosa: dedicaré el resto de mis días a obedecerla, además de trabajar para hacer más grande nuestra república matriarcal y para desarrollar la ginecocracia, la liberación de la mujer, y el poder femenino por todo el mundo.

Hermana Heike

Aquella experiencia me ha cambiado para siempre ahora utilizo al ciudadano L70884H y a mi esposo, los tengo como a perritos falderos, obedecen todas mis órdenes. A menudo les muestro mi culo desnudo para que me besen las nalgas tiernamente cada uno de ellos elige una nalga y se arrodillan detrás mío para besarlas sumisamente, empiezan besándolas lentamente y van aumentando el ritmo cada vez más rápido, me encanta y yo lo disfruto mucho pues me siento adorada y complacida, como mujer que soy. Además obligo a ambos a llevar jaula de pene. A veces, cuando me apetece libero el pene de L70884H y se lo hago poner duro aunque no tenga sensibilidad. Es una sensación extraña, pues es como jugar con una polla artificial, de caucho, ya que, pese a ponerse dura y grande, siempre permanece totalmente fría. A veces me río de lo peculiar que resulta tener entre manos una enorme polla erecta pero completamente fría. Lo hago libremente, cada vez que me apetece me río y a L70884H no le importa, él me trata como a una diosa sagrada y, de hecho tiene algo de razón pues desde la noche en que noté como la luna llena me poseía que algo divino habita en mi cuerpo, más allá de mi esencia femenina que, ya de por sí, es sagrada. Es genial ver como he hecho cambiar a L70884H, bien de hecho ver como la Diosa Venus ha transformado a L70884H a través de mi cuerpo. Recuerdo lo machista y estúpido que era antes y ahora me río en su cara de su pene frío y enjaulado y él me sonríe sumisamente. No puedo olvidar que con L70884H gocé de mi primer orgasmo celestial, es por ello que jamás me desprenderé de él, jamás lo venderé ni alquilaré.

En mi día a día no tengo que preocuparme absolutamente de nada, mis dos esclavos se encargan de todo: limpiar, cocinar, hacer todos los encargos que les mando. Ellos viven para mí, para complacerme, como debe ser. Por supuesto yo controlo la economía, tanto doméstica como laboral y soy yo quien decide sobre los gastos y los ingresos. Como no puede ser de otra manera continúo estudiando nuestra religión y nuestras leyes. Periódicamente contacto con otras hermanas para hacer debates e intercambiar ideas y opiniones libremente. También contacto algunas veces con venéreas y con sacerdotisas y hablamos sobre nuestra historia sagrada. Por supuesto que soy muy discreta sobre mi experiencia con la luna llena y nuestra Diosa Venus, pero no puedo evitar sonreír cuando pienso que mientras ellas trabajan para acercarse a nuestra divina Diosa, ella de alguna manera habita dentro de mí.

Cuando me apetece disfrutar de un orgasmo celestial utilizo a mis dos machos para que busquen a un hombre machista, si es posible con pene grande, para que nuestra diosa sagrada destruya su asquerosa masculinidad, para transformarlo en siervo nuestro y hacerlo ciudadano de nuestra república matriarcal. Desde que la diosa Venus me tomó aquella noche de luna llena, a través de mi cuerpo divino, ella somete a los hombres machistas, los anula y los convierte en sumisos ciudadanos de “The Universal Gynecocratic Republic”. Ya he transformado en esclavos a docenas de estúpidos hombres machistas. Con la ayuda de mis dos siervos (mi marido y L70884H), preparo una cita con él en una noche de luna llena y la Diosa Venus hace todo lo demás hasta que yo alcanzo mi merecido extasis astral. Yo ya no soy dueña de mi cuerpo, pero tengo el orgullo de sentir, de saber, que es la sagrada diosa quien utiliza mi ser para la causa ginecocrática, para la causa de la liberación femenina, del matriarcado. Nuestra Diosa Venus utiliza mi cuerpo para ayudar a nuestras madres Eva y Lilith a encontrarse, a amarse, y a someter al hombre de forma definitiva y completa, tal y como viene escrito en nuestra Historia Sagrada.

Si antes me gustaba enseñar mi cuerpo ahora lo adoro, para mí es un signo de fuerza, de poder femenino. Mi cuerpo es sagrado, mi cuerpo es divino, por eso me encanta enseñarlo, por eso me desnudo siempre que me apetece y estoy a gusto. A menudo ordeno a uno de mis esclavos, o a los dos, a hacerme fotos, a retratar mi cuerpo y así mostrarlo libremente. Después subo mis fotos a las redes sociales, que el mundo aprecie con orgullo como de poderosas somos las mujeres, que admiren la divinidad del cuerpo femenino.

Atención: ¿Te gustaría convertirte en ciudadano de “The Universal Gynecocratic Republic”?