Grecia Antigua

Había una vez… Impresionante descubrimiento de nuestras hermanas historiadoras: La Grecia Antigua, referente occidental de sociedad moderna y avanzada, precursora de la moneda y cuna de la filosofía fue una sociedad matriarcal dominada por mujeres. Los famosos “filósofos” (Sócrates, Platón, Aristóteles, Anaxímenes, Demócrito, Tales de Mileto, Zenón de Elea, Pitágoras, Parménides, Empédocles, Diógenes, Anaxágoras, …) fueron, en realidad filósofas, mujeres que con su razonamiento, infinitamente superior al de los hombres, revolucionaron el mundo, la forma de pensar y de entender el Universo de toda la humanidad.

La capacidad de observación, la intuición femenina, las altas capacidades comunicativas y reflexivas de las mujeres griegas hicieron de Grecia una potencia mundial hace ahora unos 2.500 años. Para conocer bien los hecho debemos remontarnos a hace unos 3.000 años, en esa época el sur de la península balcánica y todas las islas del Egeo estaban habitadas por comunidades patriarcales profundamente atrasadas y empobrecidas por conflictos civiles y guerras estériles. Afortunadamente las mujeres decidieron organizarse, unirse y colaborar entre ellas para copiar el modelo matriarcal egipcio, y enseguida tomaron el poder, sometieron a los hombres y establecieron un matriarcado de carácter participativo. Es decir que todas las mujeres, además de organizar y dirigir la sociedad, debían presentar periódicamente ideas y reflexiones propias sobre la concepción del mundo y del Universo, además de aportar ideas frescas sobre las distintas formas de gobierno y su evolución. La esclavitud forzada de los hombres, que estaban obligados a trabajar el campo y a realizar todas las tareas duras y cansadas, a las órdenes de las féminas, facilitó que las mujeres tuvieran tiempo libre para observar la naturaleza, el comportamiento animal y el funcionamiento de la vida y el mundo. Este hecho junto a la complicidad generada entre las mujeres, durante el proceso de derrota del patriarcado y de sometimiento de los hombres, posibilitó un desarrollo sin igual en la actividad filosófica femenina y posibilitó el intercambio de ideas, de reflexiones y de teorías metafísicas entre señoras, ancianas, muchachas, chicas jóvenes y demás personas de sexo femenino.

El punto álgido de la dominación matriarcal griega fue la construcción del Templo de la diosa Artemisa (equivalente a nuestra actual diosa Venus) en la ciudad de Éfeso (actual Turquía). Esta diosa simbolizada la sabiduría, la luz, la vida y el poder femenino a través de la unión y la complicidad entre mujeres. Es por ello que aparece representada por una figura femenina con decenas de pechos pegados unos a otros. Otras comunidades matriarcales la representaban como una mujer sentada y con una lechuza a su derecha como símbolo de sabiduría. Las mujeres griegas acudían a rendir culto a la diosa para que las iluminara en sus razonamientos filosóficos o para que las ayudara en su proceso de comunión con la naturaleza y la sabiduría. Las mujeres griegas adoraban a la Diosa Artemis mediante unos juegos competitivos, fueron los precedentes de nuestros Juegos Ginecocráticos. Desgraciadamente, un hombre, un misógino resentido con el poder femenino y con el sistema matriarcal, consiguió incendiar y destruir parcialmente el templo sagrado, se llamaba Eróstrato y fue detenido, encarcelado y severamente castigado durante el resto de sus días: pasó el resto de su vida encerrado en una jaula y llevado de una isla a otra, comunidad por comunidad, ciudad por ciudad y pueblo por pueblo, para que las todas las mujeres que lo desearan pudieran abusar de él, humillarlo, maltratarlo y hacer con él lo que desearan. Ninguna mujer lo mató, pero todas ellas le hicieron desear la muerte sin tregua ni pausa. Además de para calmar la ira de las mujeres, el castigo de Eróstrato sirvió para advertir a los hombres sobre las terribles consecuencias que tendría desafiar al matriarcado y al poder de las mujeres, todas las féminas hacían desfilar a sus esclavos frente al desdichado para que presenciaran los despiadados abusos y castigos a los que era sometido por atreverse a desafiar al poder femenino. En cuando al templo de Artemisa, este fue reconstruido en un tiempo récord y enseguida recuperó, incluso aumentó, su esplendor. Esplendor de un matriarcado que dejó una huella profunda en la historia y que todavía hoy estudiamos (sobre todo sus teorías filosóficas) con admiración y cierta envidia sana.

En la vida diaria las griegas vestían ropas sencillas y ligeras, de acorde con el caluroso clima del sur del Mediterráneo. Entre las clases medias se hicieron muy populares vestidos de lino, algodón o lana como el Chiton y el Peplus, que dejaban los hombros al aire, mientras que las hermanas con influencia social o política acostumbraban a usar el Himation. Entre las Espartanas se hizo popular el uso del Strophion que mostraba el seno derecho y dejaba los muslos al aire. El arte griego se mostraba en objetos de uso cotidiano, sobre todo en recipientes de agua, aceite o vino, de esta forma las mujeres podían apreciarlo en su día a día, en numerosas vasijas encontramos escenas de rendición y sumisión de figuras masculinas frente a mujeres sentadas mirándose al espejo, se trata sin duda de la conmemoración de la victoria femenina sobre el patriarcado y de como la mujer griega empezó a tomar conciencia de su superioridad y su poder frente al hombre. Además de en vasijas las artistas griegas llenaron el espacio público de estatuas de piedra (sobre todo mármol), obras de arte que han llegado hasta nuestros días y que representan el cuerpo femenino como símbolo de poder absoluto. La diosa Artemisa está muy presente en los templos de culto con sus múltiples pechos al aire, su peinado trenzado y su mirada segura e imperecedera que perdura a través de los siglos como símbolo del omnipresente poder femenino.

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