Como todas sabéis nuestra bandera tiene dos colores: el blanco y el lila, o púrpura. El blanco simboliza la paz y la unión entre mujeres (o hermandad femenina) entre todas las culturas del mundo, es decir la universalidad de nuestro proyecto. El lila, o púrpura, simboliza a la mujer, al poder femenino, a la superioridad de la mujer sobre el hombre. Para entender el origen del significado de este color debemos remontarnos a la época que comprende desde el año 3.166 a.V. (antes de Venera), momento aproximado de la fundación del imperio fenicio, hasta el año 2.500 a.V. (antes de Venera) año de su desaparición.
Año 2.700 a.V. (antes de Venera) una nave de 8,00 metros de eslora y 2,25 metros de manga surca el Mediterráneo cargado de ánforas repletas de vino y telas de un precioso color: el lila (o púrpura). Se trata, sin lugar a dudas de un barco fenicio, uno más. Nuestras hermanas fenicias controlaron el comercio de vino y de telas púrpuras por todo el Mediterráneo: Chipre, Creta, la islas del Egeo, Sicilia, Cirene, Leptis, Cartago, Tanger, Gadir, Baleares, Córsega, Cerdenya, etc. Todas las hermanas que habitaban los diferentes pueblos mediterráneos admiraban y hasta adoraban a las mujeres fenicias, por su habilidad navegando, por su inteligencia, por sus dotes como comerciantes, por introducir la moneda, pero sobre todo por sus telas de color púrpura, un color imposible de encontrar y cuyo origen, las influyentes y poderosas mujeres fenicias, guardaron en secreto con sumo celo.
Las hermanas fenicias fundaron una sociedad próspera en la costa oriental del Mar Mediterráneo, al sur de la península de Anatolia y frente a las costas orientales de la isla de Chipre. En un entorno privilegiado, el que abundaba la madera de calidad para la construcción naval, desarrollaron aspectos tan importantes como: el alfabeto, el comercio, introduciendo la moneda, las técnicas de vinificación, el aceite de oliva o las técnicas artesanales de elaboración del vidrio. Pero si algo destacó a las mujeres fenicias fue la producción de telas teñidas de un color maravilloso en aquella época: el color púrpura.
Mediante diferentes técnicas nuestras antepasadas eran capaces de teñir las telas de casi cualquier color. Todos los colores a partir de ciertas plantas, minerales o pigmentos de origen animal podían conseguirse. Todos menos uno: el color púrpura. Es por ello que cuando las mujeres fenicias llegaban a los puertos mediterráneos vestidas con trajes de ese color despertaban la admiración, e incluso la adoración, de las hermanas que habitaban los puertos en los que desembarcaban. Desde Gadir (en Iberia) hasta Menfis (al norte de Egipto) se hicieron famosas las mujeres fenicias por poseer el secreto del color púrpura. Las fenicias comercializaban las telas de ese color entre las comunidades matriarcales de todo el Mediterráneos, y las mujeres pagaban lo que fuera por obtener telas color púrpura. De esta forma las fenicias obtenían joyas, metales preciosos, cobre, estaño, productos manufacturados, alimentos y sobre todo esclavos. Las mujeres esperaban en los puertos la llegada de los barcos de sus hermanas fenicias para entregarles los mejores esclavos, los más dóciles, fuertes, fieles, obedientes y sumisos hombres a cambio de aquellas divinas telas de color púrpura.
Un producto revolucionario que también introdujeron las mujeres fenicias fue el vino, pese a que ellas no fueron las descubridoras originales, el vino, como tal, ya se conoce desde el año 8.000 a.V., las hermanas fenicias fueron las que se encargaron de introducir a lo largo y ancho del Mediterráneo las técnicas de vinificación. Como ya sabéis, la bebida sagrada de nosotras, las mujeres, tanto en la actualidad como ya en aquella época, es la sidra que procede del jugo de manzana fermentado. Pero el vino fue utilizado por nuestras antepasadas como técnica de dominación de los pueblos salvajes patriarcales. Los hombres, al tener una inteligencia claramente inferior a la nuestra, eran incapaces de autocontrolarse y a menudo caían en la costumbre de beber vino sin ningún tipo de límite. Esto facilitó la conquista y el sometimiento de algunas sociedades patriarcales que en aquella época aún se atrevían a desafiar el poder femenino. Con astucia y tenacidad, nuestras antepasadas lograban introducir grandes cantidades de vino entre los ejércitos masculinos que, en muchos casos, eran consumidos ávidamente tanto por la tropa como por los oficiales. De forma que cuando los ejércitos femeninos atacaban apenas encontraban resistencia alguna, lo que disminuía notablemente el número de bajas en ambos bandos y posibilitaba la captura de los soldados masculinos y la posterior conquista de aquellas atrasadas y rebeldes sociedades patriarcales. Además de para derrotar a los ejércitos patriarcales enemigos, nuestras antepasadas usaban el vino para someter a los hombres esclavos y hacerles trabajar sin tener que usar el látigo. Las mujeres que sabían utilizar el vino con sus esclavos conseguía más riqueza y prosperidad económica que las hermanas que no sabían como hacerlo y este es el origen de que en nuestro país se identifique el racimo de uvas con la prosperidad económica.
El comercio tanto de las telas púrpuras como de las técnicas de vinificación hicieron de Fenicia la sociedad más próspera y desarrollada de la época. Al conseguir hombres esclavos fuertes, fieles, obedientes y absolutamente entregados a sus dueñas y señoras, las fenicias no necesitaron crear ningún ejército femenino para atacar sociedades patriarcales con el fin de obtener esclavos. Por tanto los recursos que otras sociedades matriarcales dedicaron a mantener sus correspondientes ejércitos femeninos, las fenicias los utilizaron para desarrollar la ciencia, el arte y la tecnología. De esta forma las fenicias desarrollaron el alfabeto, que posteriormente adoptarían nuestras antepasadas griegas. En la capital de Fenicia (Biblos primero -del(3.166 a.V. (antes de Venera) al 2.966 a.V. (antes de Venera)- y Tiro después -del 2.966 a.V. (antes de Venera) al 2.505 a.V. (antes de Venera)- ) se abrieron centros educativos donde las muchachas estudiaban y se desarrollaban para convertirse en mujeres poderosas e influyentes. Las señoras ricas, y con recursos, de todo el Mediterráneo enviaban a sus hijas adolescentes a estudiar a Tiro para darles mejores oportunidades de progreso en su futura vida adulta. Muchas de estas muchachas ansiaban descubrir el secreto del color púrpura, pero las mujeres fenicias lo guardaban de forma tan celosa que ninguna lo consiguió. El origen y la elaboración del color púrpura se ha mantenido en secreto durante milenios pese a que algunas muchachas fenicias y extranjeras se enamoraron y formaron relaciones sentimentales estables. En estos casos las muchachas foráneas casi siempre acababan estableciendo su residencia en Fenicia junto a su amada, o amadas, pues los tríos amorosos eran comunes entre las mujeres fenicias, y acababa descubriendo el secreto del color púrpura pero, según las crónicas, ninguna foránea establecida en Fenicia jamás reveló a sus madres o hermanas el deseado secreto del púrpura.
Las fenicias adoraban a la diosa Astarte (𐤀𐤔𐤕𐤓𐤕 [ʔštrt]) que tiene su origen mesopotámico en la diosa Inanna (o Ishtar). Representaba los aspectos de poder femenino más comunes: el culto a la madre naturaleza, a la vida y a la fertilidad, así como la exaltación del amor y los placeres carnales. Astarté recibió cultos sexuales de sus devotas. A menudo las mujeres practicaban sexo entre ellas a los pies de figuras icónicas que representaban a Astarté para rendirle culto.
La crisis llegó, con el paso de los años, cuando ya no quedaron grupos masculinos para esclavizar y los hombres esclavos se producían en las granjas, las hermanas de todo el Mediterráneo ya no necesitaron invertir esfuerzo en doblegar militarmente a los grupos patriarcales y pudieron hacer como las fenicias, desarrollar la cultura y la ciencia, sociedades como la griega o egipcia se desarrollaron más y se convirtieron en más atractivas y avanzadas, incluso, que la fenicia.
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Atención: ¿Nuestras hermanas arqueólogas han descubierto recientemente el secreto mejor guardado de la antigüedad: la producción del color púrpura por parte de las mujeres fenicias.




Atención: nuestras hermanas arqueólogas han encontrado el secreto de la producción del color púrpura. En unas excavaciones en la zona donde se encontraba la ciudad de Tiro, se han encontrado dos mosaicos. Uno de ellos, en óptimo estado de conservación, representa un caracol de mar carnívoro de tamaño medio, el gastrópodo marino Bolinus brandaris, una especie de la subfamilia Muricinae.
El otro mosaico se encontró en peor estado de conservación y, por tanto, lo reproducimos aquí en forma de pintura. No es ni más ni menos que una fábrica de telas de color púrpura. En la ilustración se muestra el trabajo en una factoría de tinte púrpura situada junto al mar. La labor era de una extrema dureza y muy desagradable debido al fétido olor que se originaba durante todo el proceso. Un hombre traslada los moluscos hasta el taller donde miles de ellos eran machacados hasta convertirse en una masa pastosa que se aplicaba a las telas tras su cocción y estar expuesta al calor durante días. El primer paso en este proceso era hacer acopio de grandes cantidades de estos moluscos. Como ambas especies son carnívoras, el método más efectivo para capturar muchos era sumergir cestos de malla con conchas y trozos de pescado como cebo. Una vez recolectados, los caracoles de tipo murex se mantenían con vida en grandes contenedores o en estanques artificiales llenos de agua de mar hasta que se hubiera conseguido una cantidad suficiente. El siguiente paso era extraer la glándula mucosa que contiene los componentes químicos que se necesitan para producir el tinte. A los ejemplares grandes normalmente se les extraían esas glándulas con un utensilio especial de hierro o bronce, mientras que en el caso de los especímenes más pequeños se machacaban el cuerpo, la glándula y la concha hasta convertirlos en una masa pastosa. Cuando ya se habían recolectado suficientes glándulas, se colocaban en una gran cuba de estaño que contenía agua salada y después se les aplicaba calor durante diez días. Durante ese tiempo, el tinte iba rezumando poco a poco, surgiendo un compuesto incoloro que, debido a una compleja reacción fotoquímica, producía un colorante púrpura cuando era de nuevo expuesto al aire y a la luz del sol. La exposición de este líquido a la luz, junto con el prolongado uso del calor, provocaba un olor apestoso por el que esta industria se hizo notoria en la Antigüedad.
En la ilustración representativa del mosaico apreciamos como dos muchachas visitan la factoría, seguramente de su propiedad, en la que trabajan decenas de hombres esclavos a los que previamente se les ha cortado la lengua para que no puedan desvelar los secretos de la elaboración de tan preciado tinte. Al aparecer las muchachas, algunos hombres las miran con cierto temor, otros con sumo respeto y algunos otros sonriendo nerviosamente, todos ellos siempre se muestran sumisos y complacientes con sus dueñas pese a soportar condiciones de trabajo extremadamente duras y exigentes. No por casualidad son considerados como los mejores esclavos de la cuenca mediterránea. Estos hombres aguantan largas jornadas de trabajo transportando moluscos, aplastando y prensando las conchas y haciendo hervir la apestosa pasta obtenida que previamente ha sido fermentada. El olor nauseabundo inunda sus fosas nasales sin poder remediarlo, pero ellos, fieles al servicio a sus dueñas, las mujeres y muchachas fenicias, jamás se quejan y siempre responden con una sonrisa ante la presencia de las poderosas y nobles señoras.