Mesopotamia y Babilonia

Había una vez… Hace 5000 años se desarrolló en la tierra situada entre los ríos Tigris y Éufrates, en Oriente Medio una civilización completamente controlada por mujeres que rendían culto a la Diosa Ishtar (o Inanna), la predecesora mesopotámica de nuestra divina diosa Venus.

Nuestras hermanas arqueólogas lo tienen claro: la Diosa Ishtar, o Inanna, procede de un baubo (figura de la vulva) posiblemente de origen indio, por el turbante que aparece en su cabeza, y fue el precedente de nuestra Diosa Venus y de la Diosa Hathor de Egipto tal y como podemos comprobar en este icono que la representa como una figura femenina desnuda. En ambas manos sostiene el símbolo femenino que posteriormente evolucionaría en el “Ankh ☥” en Egipto y en el símbolo de Venus ♀ en Grecia y Roma. En su cabeza luce el famoso dulband دلبنت o turbante sagrado de origen indio (como ya hemos comentado) utilizado para simbolizar una conexión divina con los astros, y de esta forma certificar el sentido divino del icono: se trata de una diosa más allá de una simple figura de piedra. La expresión de su rostro nos muestra determinación, seguridad y fortaleza de carácter, rasgos típicamente femeninos. Tanto en las muñecas de la figura como en su cuello y pecho aparecen pulseras, collares y adornos de metales nobles, con ellos se pretende simbolizar el hecho de que la mujer debe controlar y decidir sobre los bienes materiales de la comunidad, y (como representante de la diosa Ishtar) sólo la mujer tiene derecho a poseer bienes y riquezas. Las alas que aparecen en la espalda del icono nos enseñan el poder intuitivo que tienen las mujeres de forma natural. Como cualquier ave desde las alturas, la mujer puede verlo todo y nada se le puede esconder porque su intuición femenina siempre descubre cualquier secreto o mentira. Seguidamente nos llama la atención la buena definición y profundidad del ombligo, nuestras hermanas creen que simboliza el paso del matriarcado a través del tiempo y de generación en generación: de madres a hijas y de abuelas a nietas, puesto que el ombligo representa la sagrada unión con nuestra madre y, por lo tanto, con su sabiduría y enseñanza. El vientre da paso al monte de Venus, que junto con la marca de la vulva y las ingles forman un conjunto equilibrado y simétrico. Según las historiadoras esto simboliza el equilibrio del matriarcado, el poder de la mujer se basa en la sabiduría y la inteligencia femenina que consigue crear un equilibrio entre la naturaleza y la humanidad, de forma que el hombre acepta su condición de ser inferior y su obligación moral y natural de someterse a las mujeres como seres de condición semidivina. A lado y lado de la figura de la Diosa Ishtar aparecen dos lechuzas como símbolo de sabiduría e inteligencia, representan la idoneidad de las decisiones femeninas. No importa qué decisión pueda tomar una mujer, pues decida lo que decida (ya sea la izquierda o la derecha) será lo correcto puesto que las féminas son sabias e inteligentes por naturaleza. Para acabar vemos que la figura de la Diosa Ishtar tiene garras de lechuza, en lugar de pies, y éstas están clavadas en el lomo de dos leones que miran directamente al observador. En Mesopotamia los leones (animales completamente inútiles) simbolizaban a los hombres, el hecho de que, en el icono, estos animales estén inmovilizados por las garras de la Diosa Ishtar nos manda un claro mensaje: “Las mujeres siempre deben someter al hombre sin descanso, no importa que tipo de hombre sea: dócil o rebelde (2 leones), no deben darle ni un momento de descanso, ni un segundo de libertad”. La mirada de los leones, fija en el observador, nos quiere recalcar la importancia de este mensaje y apela directamente al macho: “Escucha hombre que me estás mirando: tu destino es someterte a la mujer, ser constantemente dominado por ella, y aceptar su superioridad natural”. Para concluir vemos como la figura tiene tres garras en cada pata más un espolón (o apéndice) en el gemelo (por debajo de la rodilla) sumando nos salen 8 pequeñas extremidades tal y como la estrella de Venus tiene 8 puntas, una prueba más de que Ishtar es la predecesora de nuestra sagrada Diosa Venus.

La reina Semiramis fue la mujer más famosa de toda la historia de Mesopotamia fundadora de la ciudad de Babilonia cuyo origen legendario nos muestra el carácter de la soberana y a la par que nos enseña la forma de someter al hombre: según cuenta la leyenda Semiramis dirigía una comunidad matriarcal de carácter nómada cuando, junto a sus hermanas exploradoras, descubrió un poblado a orillas del río Eúfrates (32°32′30″N 44°25′54″E). La reina enseguida se dio cuenta de la idoneidad del lugar para construir la capital de su imperio, pero había un problema: el poblado era una comunidad carácter profundamente patriarcal en el que los hombres tenían esclavizadas a las mujeres, así que Semíramis y sus hermanas tuvieron que someter al poblado para revertir la situación. Haciéndose pasar por mercaderes se infiltraron entre los habitantes del poblado y tomaron contacto con las mujeres locales a las que enseñaron las virtudes del poder matriarcal y las ventajas de someter a los hombres. Al cabo de una semana todas las mujeres del poblado junto a las hermanas de Semíramis (con ella al frente) se plantaron frente al poder masculino invadiendo el palacio del patriarca, el rey Ninus, éste al ver como estaba la situación no tuvo otra opción que arrodillarse ante Semíramis y besarle los pies como símbolo de sumisión y sometimiento. Automáticamente todos los hombres del poblado hicieron lo mismo y de esta forma Semíramis sometió a los hombres y liberó a las mujeres sin necesidad de usar las armas ni utilizar la violencia. Las hermanas artistas reflejaron en pinturas la gesta de la reina representándola junto a las murallas de Babilonia, a caballo, con los pechos al aire y cazando a un león (símbolo del poder masculino y del patriarcado) con arco y flecha. Una vez en el poder Semíramis dedicó todo su esfuerzo a fundar la ciudad más moderna de la época, en la que hizo historia construyendo obras espectaculares y magníficas como los famosos Jardines Colgantes de Babilonia, una de las siete maravillas del mundo antiguo, obras de ingeniería como el túnel bajo el río Eúfrates. Además de la gran Babilonia, Semíramis fue responsable de erigir decenas de ciudades a lo largo de su extenso imperio matriarcal, extendiéndolo incluso hasta Etiopía e India. La soberana estableció el culto a la diosa Ishtar, como guía espiritual para las mujeres y que vivían felices y alegres en aquel paraíso femenino. Se dice que las chicas tocaban música, reían y bailaban libremente con vestidos muy ligeros y muchas veces enseñando sus atributos femeninos y sus cuerpos con total libertad, orgullo y felicidad tal y como se muestran en las obras de la época. Además también aparecen mujeres paseando a leones atados con correa para representar el sometimiento de los hombres. Durante toda su vida Semíramis se hizo famosa, además de por realizar las obras más espectaculares y maravillosas del mundo antiguo, por defender su reinado matriarcal con uñas y dientes, cogiendo la espada y poniendo su propia vida en riesgo, sin pensarlo dos veces, siempre que fue necesario.

Pintura, música, danza… Las mujeres de Mesopotamia fueron famosas por dominar todas las artes gracias a las políticas de desarrollo cultural que el reinado matriarcal de Semíramis implantó durante todo el imperio. Era muy común ver grupos de mujeres bailando, tocando instrumentos mientras reían y disfrutaban con total libertad. El cuerpo femenino era considerado un tesoro, un magnífico regalo de la sagrada diosa Ishtar. Por ello las mujeres lo enseñaban con naturalidad y sin complejos. Desde bien pequeñas las niñas aprendían a quererse a sí mismas, a tener autoconfianza y a ser protagonistas de su propia vida así como a cuidar y valorar su cuerpo femenino como algo muy preciado y valioso e importante, sus madres y abuelas se encargaban de ello.

Todas las diosas matriarcales (incluida la divina Venus) proceden de la Diosa Ishtar (o Inanna). Con el paso del tiempo cambió la forma es que ésta fue representada, por ejemplo algunas culturas matriarcales cambiaron la forma del turbante sagrado y suprimieron elementos importantes como las alas, las lechuzas o los leones que aparecían postrados a sus pies. La evolución endémica de cada comunidad matriarcal hizo aflorar múltiples representaciones de la diosa sagrada. Nuestras hermanas creen que la desaparición de los leones se debió a la completa sumisión de los hombres al poder femenino, al desaparecer completamente el carácter masculino, las mujeres dejaron de considerar a los hombres como una amenaza y decidieron dejar de representar a los leones postrados a los pies de la diosa y con las garras de esta clavadas en el lomo. Además de los leones la desaparición de las lechuzas y las alas dio paso a unas figuras en las que las diosas realzan explícitamente sus pechos, y las caderas femeninas aparecen visiblemente acentuadas. Seguramente la mujer entendió, con el paso de los siglos y a consecuencia de la completa extensión del matriarcado como forma social dominante a lo largo y ancho del mundo, que su poder no se hallaba en el cielo sino en su propio cuerpo, ellas mismas, por el simple hecho de haber nacido mujeres, ya eran suficientemente poderosas para conseguir cualquier objetivo y lograr cualquier hazaña. Pese a todo algunas comunidades mantuvieron la conexión divina con los astros, algunos iconos de diosas aparecen con una bola (simbolizando al planeta Venus) en la mano izquierda y un cuarto de Luna menguante en su cabeza. Lo que no cambió con el paso de los años fue la costumbre de representar a las diosas ataviadas con joyas de metales nobles y piedras preciosas. Una muestra de la importancia de que las mujeres continuaran poseyendo las riquezas materiales y el poder absoluto en las comunidades.

Atención: Nuestras hermanas restauradoras de arte han sido capaces de restaurar las dos pinturas y la figura de bronce que nuestras hermanas arqueólogas encontraron a orillas del rio Éufrates, muy cerca del sitio donde estaba la ciudad de Babilonia. En la primera pintura podemos apreciar como cuatro jóvenes mujeres rinden culto a la Diosa Ishtar en su representación más tardía. Las jóvenes adoran a la diosa con el rito tradicional, apenas ataviadas con un tanga. En la otra pintura vemos simbolizada a la Diosa Ishtar, sujetando a dos leones atados con correa, frente a un altar situado en la Luna. El altar aparece coronado con la estrella de ocho puntas (estrella de Venus) lo que nos hace pensar que este símbolo (la estrella de Venus) ya aparece vigente en aquella época como parte de la iconografía matriarcal. Finalmente la figura de bronce representa a una figura femenina, no divina, con los brazos extendidos a los que ha atado una enormes alas. Las hermanas piensan que se trata de una obra que pretende representar el enorme poder del imperio mesopotámico y la grandeza del reinado matriarcal de Semíramis, la soberana todopoderosa.

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