La vulvista de Hamelin

Es muy importante pagar siempre las deudas contraídas. Los hombres tienen un valor pese a su estupidez congénita.

Había una vez, hace muchos años, en la ciudad de Hamelin, una enorme plaga de roedores que se comían las cosechas y amenazaban con sumir al pueblo en la hambruna…

…Un día apareció una bella y desconocida mujer que se ofreció a acabar con la plaga pero exigió la cantidad de 900 Venus de la época. Las matriarcas del pueblo se reunieron y decidieron aceptar el trato, presionadas ante la gran cantidad de ratas que devoraban la comida sin cesar.

-“No podemos hacer otra cosa, contratemos los servicios de esta señora forastera o las ratas acabarán con el pueblo durante este mismo invierno”. Dijo la matriarca mayor.

Las matriarcas votaron, levantando el dedo meñique como era tradición en Hamelin y, por unanimidad acordaron aceptar el servicio de la misteriosa señora.

La señora, que finalmente se presentó como “vulvista” o “vulva hechicera” es decir, una señora que utilizaba su vulva para realizar magia y hechizos varios, se puso en la plaza del pueblo con un libro de encantamientos y un extraño cetro mágico. Después de leer diversos párrafos del libro y hacer una serie de pases con su cetro sobre su cuerpo, levantó sus faldas y se bajó las bragas para enseñar su vulva desnuda que empezó a emanar una fragancia muy particular que atrajo a todos los roedores. Una vez todos los roedores acudieron al olor de su vulva, la señora se puso a caminar hacia las afueras del pueblo hasta llegar al río Weser donde los roedores se ahogaron irremediablemente.

Una vez se ahogaron todos los roedores, la vulva hechicera se presentó en la casa matriarcal para que le pagaran la deuda. Pero, lamentablemente, algunas de las matriarcas del pueblo no quisieron pagarla y otras sí querían hacerlo pues habían dado la palabra. Se reunieron de nuevo y, por un ajustado margen el sector contrario a abonar la deuda se acabó imponiendo.

La vulva hechicera se fue enfadada ante la falta de seriedad de aquellas mujeres. Había sido engañada, pero se iba de allí con la convicción de que debía dar una lección a todas aquellas matriarcas prepotentes.

Pasaron los meses hasta que llegó el día del “Ritual del Botín de Guerra” entre el 20 y el 22 de Junio, coincidiendo con el solsticio de Verano en el hemisferio norte. En este ritual las mujeres se juntan todas entre ellas para ir al bosque a honrar a la Sagrada Diosa Venus, dejando a los hombres en el pueblo haciendo las tareas propias de su sexo (los trabajos más duros y las tareas más desagradables). La misteriosa dama apareció aprovechando la ausencia femenina y volvió a la plaza del pueblo con su libro de encantamientos y el extraño cetro mágico. Después de leer de nuevo diversos párrafos del libro y hacer una serie de pases con su cetro sobre su cuerpo, volvió a levantar sus faldas y se bajó otra vez las bragas para enseñar su vulva desnuda que empezó a emanar una fragancia muy particular, pero esta vez emanaba una fragancia especial, diferente, un aroma muy agradable y embriagador que hipnotizó a todos los hombres del pueblo que, automáticamente dejaron sus tareas y quehaceres para acercarse a la misteriosa señora. La vulva hechicera (o vulvista) seguida de una multitud de hombre sin voluntad ni consciencia, parecían auténticos zombis, se puso a caminar en dirección Norte, hacia unas montañas que, una vez las atravesó se cerraron. Sólo un hombre cojo que no pudo seguir a los demás y otro que había perdido el olfato y, por tanto, no pudo ser hipnotizado se salvaron.

A la mañana siguiente, cuando las mujeres acabaron el ritual de adoración a Venus y volvieron al pueblo se desesperaron al ver que todos los hombres habían desaparecido excepto dos. Desesperadas preguntaron a los dos únicos hombres que permanecían en el pueblo qué había pasado, dónde se habían metido todos los demás machos. Estos contaron a las mujeres todo lo que había sucedido, como la vulvista había aparecido con su libreo de hechizos y su cetro y había hipnotizado con la fragancia de su vulva a todos los hombres del pueblo menos al que había perdido el sentido del olfato, y como, el que era cojo, no pudo seguir el ritmo de los demás y se quedó atrás.

Las mujeres se desesperaron y se dieron cuenta del error tan grande que habían cometido pues se les presentaba un problema grave y difícil de solucionar ahora que los hombres habían desaparecido: ¿Quién iba a hacer los trabajos duros del campo? ¿Quién iba a hacer las tareas desagradables como limpiar los excrementos y orines de los caballos? ¿Quién iba a hacer las tareas domésticas? ¿Quién iba a servirles el te y el café por la tarde? ¿Quién iba a lavarles y plancharles la ropa o a pulirles las botas y los zapatos? ¿A quién iban ahora a montar a caballo para salir a pasear por el campo los domingos? Así que los dos hombres que quedaron en el pueblo fueron sobreexplotados por las mujeres casi hasta límites inhumanos.

Mientras tanto las matriarcas acordaron, por unanimidad que enviarían a emisarias por todos los pueblos y ciudades vecinos para buscar a la dama vulvista con la intención de rogarle el perdón, pagar la deuda y pedirle que devolviera a los hombres a Hamelin, pero lamentablemente las emisarias no pudieron encontrar a la vulva hechicera y volvieron al pueblo a los pocos días derrotadas en su misión y preocupadas ante la falta de éxito.

Al cabo de unos meses apareció de nuevo la vulva hechicera con sólo siete hombres de los centenares que la siguieron hipnotizados por la fragancia de su vulva el día de adoración de la diosa Venus. La señora se dirigió al consejo de matriarcas y dijo:

“Me llevé a vuestros hombres para poder cobrar vuestra deuda, todos los machos que faltan los fui vendiendo en mercados de esclavos de varias ciudades y pueblos hasta que llegué a completar los 900 Venus que había acordado de palabras con vosotras. Así que, como ya tengo mi dinero y no deseo más que la cifra acordada, aquí os traigo a estos siete hombres que son vuestros. Espero que hayáis aprendido la lección.”

Las matriarcas de Hamelin agradecieron el buen hacer de la señora vulvista y le pidieron perdón por su falta de seriedad y por faltar a la palabra dada. Las mujeres sintieron con alivio la devolución, por parte de la vulva hechicera, de siete de los hombres secuestrados, pues pasarían a compartir tareas y trabajos con los dos que habían quedado. Poco a poco, con el tiempo y con mucho trabajo por parte de los nueve hombres del pueblo, Hamelin volvió a recuperar el número de machos necesario para asegurar la prosperidad del pueblo. Así que la población recuperó el esplendor de su glorioso pasado y, además, las matriarcas de la población, escribieron esta historia para que las futuras generaciones de mujeres y matriarcas aprendieran estas tres lecciones:

  • Una mujer jamás debe faltar a la palabra dada.
  • El poder de la vulva es omnipresente e infinito.
  • Los hombres son un bien material, y una fuente de fuerza bruta, imprescindible para el desarrollo de la comunidad matriarcal.

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