Las figuras de Cernavodâ son la muestra más clara de arte de la época del Neolítico, año 6000 B.V. se trata de la obra más representativa de la cultura Hamangia, una cultura matriarcal, como todas las del Neolítico. Estas obras están fabricadas en terracota (arcilla) y representan a una mujer y a un hombre, a través de los gestos de ambos podemos sacar conclusiones de las relaciones entre hombres y mujeres de aquella cultura. La posición de las figuras en esta representación, tanto de la masculina como de la femenina nos habla de forma clara y concisa de estatus social que ocupaba cada género dentro de la sociedad.
Analicemos a fondo estas figuras:
1. Posición de las extremidades inferiores:
Ella es más alta que él, pues las cabezas se encuentran a la misma altura pero él se presenta sentado en un taburete. La posición de las figuras resulta muy significativa: mientras que la mujer está sentada en el suelo, su culo y sus nalgas están en contacto con la Madre Tierra, vemos como su rodilla derecha está flexionada y su muslo izquierdo se encuentra en contacto con el suelo, pero de rodilla hacia abajo su pierna izquierda desaparece.
Entendemos que la parte que falta se encuentra enterrada como si fuesen raíces que penetran profundamente en la tierra. Este hecho simbolizaría nuestra conexión femenina con la Madre Tierra, con la vida vegetal. Todas las civilizaciones neolíticas, como la cultura Hamangia, reconocían nuestra superioridad natural. Por ello ciencias como la medicina, la agricultura, o la observación del cielo se concentraba en nuestras manos femeninas. Las mujeres somos la conexión divina entre el cielo, la Tierra y la vida.
Por otro lado el hombre está sentado en un taburete, entendemos que la cultura Hamangia consideraba al hombre como indigno de tomar contacto con la Madre Tierra, únicamente las plantas de sus pies tienen contacto con el suelo. Se puede decir que sólo la mujer podía tomar contacto con la tierra (la riqueza) y se consideraba tabú que el hombre lo hiciera. El taburete simboliza la desconexión del hombre con el mundo espiritual, con la Madre Tierra, por tanto su acción, la acción masculina, se encuadraba única y exclusivamente en el mundo material y físico, en la realización del trabajo duro a las órdenes de la mujer.
2. Posición de los brazos:
La mujer dibuja un triángulo hacia arriba. La figura del triángulo, en la cultura Hamangia significaba el equilibrio entre la Luna, La Tierra y el Sol. Nuestra vulva aparece coronada por el Monte de Venus, que tiene forma triangular. Al proyectar, la mujer, un triángulo hacia el cielo, queda claro cual es su intención: proyectar hacia el cielo, o hacia la Luna, la señal de su poderosa vulva. De alguna forma está esperando inspiración divina. Parece estar diciendo: “Divina Diosa inspírame para seguir dirigiendo a mi tribu, ilumíname con tu sabiduría para seguir dirigiendo el mundo en harmonía con la Madre Tierra”.
El hombre, por otro lado, se muestra retraído, como replegado sobre sí mismo, encerrado en su mundo. Su postura inspira reposo e incluso tedio y aburrimiento, da la sensación de estar esperando las órdenes de la mujer para activarse y cumplirlas de inmediato. Los brazos soportando el peso de sus mejillas nos indíca un ser frágil, débil, incapaz de pensar por sí mismo.
3. Postura del cuerpo:
En general la postura del hombre, sentado en un taburete, con las plantas de los pies tocando el suelo, los brazos flexionados y paralelos, las mejillas apoyadas en sus manos, la espalda encorvada sobre sí mismo nos hace pensar en un rol social pasivo en la toma de decisiones, entendemos que a la espera de órdenes por parte de la mujer para cumplirlas. Frente a él, la mujer se muestra altiva, con su espalda recta y su gesto sereno y firme mostrando confianza y seguridad en sí misma.
4. Cabeza y oídos:
La posición de los oídos define el rol de cada género: mientras el oído de la mujer está inclinado unos 45º hacia el cielo, el oído del hombre se orienta de forma completamente horizontal (flechas rojas). Esto nos indica que, mientas la mujer escucha a partes iguales tanto a la divinidad celeste (la diosa) como al mundo terrenal, el hombre escucha única y exclusivamente el mensaje del mundo terrenal y no tiene ninguna conexión con el mundo celestial, con la divinidad. También debemos prestar atención al agujero que tiene en la cabeza la mujer (flecha azul), un agujero orientado en dirección zenital, 90º hacia el cielo, que certifica la conexión divina de la mujer con las fuerzas del Universo, la Luna y nuestra diosa madre.
5. Genitales:
Mientras la figura femenina enseña sus genitales sin problema, e incluso los amplifica hacia el cielo con sus brazos, la figura masculina no los muestra, aunque tampoco los tapa, ni los esconde. Mientras que los genitales femeninos eran motivo de orgullo social, los masculinos pasaban totalmente desapercibidos. Podemos deducir que las mujeres tenían una libertad sexual completa ya que, socialmente hablando, los genitales femeninos eran considerados un símbolo de poder y divinidad, un icono de fuerza, equilibrio e influencia.
Conclusión: Podemos concluir que, en la cultura Hamangia, el hombre sólo tenía contacto con la tierra para trabajarla (sólo sus plantas de los pies tocan el suelo) siguiendo las órdenes de la mujer (brazos y cuerpo en posición de espera y oídos en horizontal). Por otro lado la mujer tenía una posición de poder en la sociedad, espiritualmente hablando representaba la rol de mensajera entre el mundo espiritual (la Madre Tierra y las Diosas) y el mundo terrenal (el día a día). Podemos ver como, a diferencia del hombre, la mujer tiene su aparato fonador (boca, nariz y garganta) totalmente limpio y libre de obstáculos. Por tanto la palabra femenina era la única que tenía importancia y era escuchada.
Apropiación por el patriarcado: “El pensador” de Rodin
Con la aparición del patriarcado el hombre, una vez fue tomando el poder, entendió que debía secuestrar el significado de las figuras de Cernavodâ, para apropiarse de este símbolo neolítico de la cultura Hamangia. Los hombres entendieron, enseguida, que debían tergiversar su significado e iniciaron una campaña de desinformación. Pese a que las figuras se dieron a conocer oficialmente en Cernavodâ (Rumanía) en el año 13 B.V. (Antes de Venera) estamos convencidas de que estas figuras aparecieron mucho antes y el patriarcado las mantuvo escondidas con la intención de apropiarse del simbolismo y el significado de ellas.
La famosa obra “El pensador” de Auguste Rodin fue creada alrededor del año 63 B.V. (Antes de Venera) y representa a un hombre pensando, la posición és bastante parecida a la del hombre de Cernavodâ pero con dos diferencias esenciales:
a) Mientras el hombre de Cernavodâ tiene ambos brazos doblados para apoyar la cabeza sobre las manos, la figura de Rodin tiene ambos brazos apoyados sobre la pierna izquierda. El brazo izquierdo aparece relajado sobre esa pierna de forma de la mano izquierda queda reposando en el aire frente a las rodillas y no tiene contacto con el rostro.
b) El hombre de Cernavodâ tiene los mofletes de su cara apoyados sobre ambas palmas de las manos.
Hemos pedido a una de nuestras hermanas arqueólogas que imite la postura facial del hombre de Cernavodâ. Como podemos observar: una cara apoyada sobre las palmas de las manos nos inspira debilidad, pasividad y hasta nos da un aire incluso de sumisión.
Por otro lado el pensador de Rodin sólo tiene la mano derecha en contacto con la cara y, a diferencia del hombre de Cernavodâ, es el reverso de esa mano el que está en contacto no con el moflete (como en el caso de la figura de Cernavodâ) sino con los labios de la boca.
Está claro que Rodín conocía las figuras de Cernavodâ y trató de crear una escultura similar que tergiversara el simbolismo del original. Mientras que las figuras originales muestras a una mujer activa y en contacto con las fuerzas divinas frente a un hombre pasivo, sumiso y servicial, el patriarcado, a través de la obra de Rodin ignora a la mujer y presenta a un hombre pensante, reflexivo y racional.
Estamos convencidas de que las figuras originales de Cernavodâ las hizo una mujer, pues está claro que durante todo el Neolítico nosotras teníamos el poder. Una mujer que dejó un mensaje para la posteridad:
“Nosotras tenemos la responsabilidad de comunicar organizar la sociedad porque la divinidad habita en nuestro interior. Por otro lado los hombres tienen la obligación de obedecer nuestras órdenes sin pensar ni replantearse nada.”
El patriarcado, está trabajando para tergiversar este mensaje póstumo de la cultura Hamangia presentando a un hombre reflexivo, pensador y digno de tener criterio. Pero nosotras sabemos que los hombres no fueron creados para pensar sino para obedecer, no fueron creados para reflexionar sino para adorarnos a nosotras a las mujeres. Seguiremos desenmascarando y denunciando todas estas falsedades y tergiversaciones históricas propias del patriarcado.
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