La vulvita fea

Había llegado la primavera y todas las mujeres y muchachas empezaban a mostrar sus vulvas sagradas en público como forma de saludo entre nosotras y para dejar clara nuestra natural superioridad femenina sobre los hombres.

Por todos lados se podían ver alegres muchachas enseñando sus vulvas de forma feliz y despreocupada. Dejando patente nuestra feminidad y nuestra superioridad.

No importaba si era en las casas, el la vía pública de las ciudades, en las plazas, en los centros comerciales, en los parques o en los bosques. Por todos lados se podían ver hermanas levantando sus faldas y vestidos alegremente y enseñando sus sagrados genitales femeninos con alegría, orgullo y dignidad.

Muchas chicas salían a la calle sin bragas ni ningún tipo de ropa interior y simplemente se levantaban la falda y separaban los labios mayores para enseñar el interior de sus sagradas vulvas con una amplia sonrisa en la cara.

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También habían otras jóvenes hermanas que se bajaban las bragas para hacer lo mismo: enseñar sus divinas vulvas de forma despreocupada y sin ningún tipo de timidez ni preocupación.

Pero había una muchacha, llamada Jane, que tenía mucha vergüenza de enseñar su vulva porque tenía unos labios enormes y extremadamente desarrollados. Cada vez que enseñaba su vulva algunas de sus hermanas se burlaban de su aspecto.

-¡Qué vulva más fea!- Gritaban algunas mientras se reían.

Jane se sentía muy triste y desolada ante la reacción de sus hermanas. Ella se miraba la vulva al espejo diariamente, tal y como hacemos de forma habitual todas las muchachas y mujeres. Pero Jane, lejos de sentir orgullo de la imagen de su vulva, sentía vergüenza.

-¿Por qué nuestra Diosa Venus me ha dado una vulva tan fea?- Se preguntaba Jane en voz alta. Y rompía a llorar de forma desconsolada.

Jane no podía evitar llorar cada vez que se reían de su vulva o le decían “¡Vaya vulva más rara tienes entre las piernas, hermana!”. Se sentía siempre triste y desanimada. Así que empezó a esconder su vulva y a no mostrarla libremente, como hace cualquier muchacha con orgullo y dignidad.

-Preguntaré a nuestra sagrada Diosa por qué mi vulva es tan diferente a las demás vulvas.-Pensó Jane.

Así que a la siguiente noche de luna llena y cielo despejado, en el mes de Koria, Jane abrió la ventana de su cuarto, se tumbó en la cama desnuda y abrió sus piernas hacia la Luna, la luz de nuestro astro sagrado bañó generosamente su vulva. Entonces Jane preguntó en voz alta dirigiéndose a la Luna.

-¿Por qué mi vulva es tan diferente a las demás y por qué hay mujeres que se burlan y se ríen de ella, mi amada Diosa Venus?

Jane sintió en su interior una sensación especial, sintió, en su esencia femenina que la Diosa Venus la había escuchado y compartía su lamento.

Al día siguiente Jane salió a pasear esperando como cada día de primavera y se llevó una sorpresa tremenda cuando vio que las muchachas y mujeres ya no se enseñaban la vulva unas a otras como de costumbre. Notó que algo raro pasaba, las mujeres habían perdido la alegría y no se veía ninguna vulva por ningún lado, como es costumbre en un país matriarcal como el nuestro.

Jane decidió ir al parque de la ciudad para disfrutar de las flores y las plantas brotando, de la alegría natural de la primavera, cuando se encontró a una joven muchacha adolescente, de unos 16 o 17 años llorando desconsolada en un banco.

-¿Qué te pasa?-Preguntó Jane.-¿Por qué lloras?

Al principio la muchacha no respondía a la pregunta y no paraba de sollozar, pero al final habló con Jane y se presentaron:

-Me llamo Flora.- Dijo la muchacha.-Y estoy muy triste porque no se qué ha pasado esta noche con mi vulva, le han crecido los labios de forma exagerada y ahora tiene un aspecto grotesco, tanto que me da mucha vergüenza enseñarla.

Fueron a un lugar apartado y escondido del parque y, después de una conversación sincera y agradable, finalmente Jane consiguió que Flora le enseñara la vulva y “¡Oh! Sorpresa” la vulva de la muchacha adolescente era exactamente igual que la de Jane.

-¡Mi vulva es exactamente igual que la tuya! -gritó Jane mientras se bajaba las bragas para enseñársela a Flora.

Las dos chicas se miraron la vulva una a la otra sin creer lo que veían sus ojos: las dos vulvas era exactamente iguales, no había ninguna diferencia entre ellas.

Enseguida Jane entendió lo que había pasado: la Diosa Venus había decidido reproducir la vulva “fea” de Jane en la entrepierna de todas las mujeres. De forma que ahora todas las mujeres de “The Universal Gynecocratic Republic” tenían la misma vulva de Jane y sentían vergüenza de enseñarla.

Jane explicó a su nueva amiga Flora lo que había pasado: como ella había invocado a la Diosa Venus porque se sentía mal con su vulva.

No importaba la cultura, la raza, la etnia o el color de la piel, todas las mujeres de nuestra amada república tenían una vulva de labios carnosos y abultados como los de nuestras hermanas Jane y Flora. Aquella noche mágica, en la que nuestra diosa fue invocada por Jane, absolutamente todas las vulvas sufrieron la transformación.

-Las vulvas de todas nuestras hermanas, de todas las mujeres de nuestra república matriarcal, se han transformado en mi vulva.-Dijo Jane.- Vamos a enseñar nuestras vulvas a todas las chicas y mujeres que veamos para que no sientas vergüenza de enseñarla como debe ser.

Así que Jane y Flora fueron juntas, por toda la ciudad, levantándose las faldas alegremente, bajándose las bragas, y enseñando sus vulvas divinas a todas las mujeres con las que se cruzaban. Flora ya no lloraba, incluso se sentía contenta con la experiencia que estaba viviendo. Las señoras, al principio, se quedaban sorprendidas al ver que aquellas dos vulvas eran exactamente igual que la que ellas tenían en la entrepierna después de que algo extraño sucediese aquella noche. Se paraban y miraban cuidadosamente aquellas dos vulva tan “feas” para finalmente acabar enseñando también su vulva comulgando con la alegría conjunta de Jane y Flora riendo las tres mujeres juntas. Así cada vez más y más hermanas fueron enseñando sus vulvas y dejaron de verla “fea”.

Durante un mes entero todas las vulvas de nuestras hermanas fueron igual que la de Jane. Durante todo ese tiempo nuestra protagonista aprendió a sentirse a gusto y feliz con su sagrada vulva. A la siguiente luna llena, correspondiente al mes de Venusia, Jane volvió a convocar de nuevo a la Diosa Venus para agradecerle lo que había hecho. Volvió a mostrar su vulva a la luz de la Luna.

A la mañana siguiente todas las mujeres comprobaron que sus respectivas vulvas habían recuperado sus formas originales que tenían antes de la transformación.

Sin duda, durante un mes entero, nuestra diosa sagrada había querido dar una lección a las hermanas que se burlaban de la vulva de Jane, porque todas las vulvas son hermosas y divinas desde el momento que forman parte del cuerpo femenino. Todas debemos celebrar con ilusión que somos mujeres y tenemos una vulva preciosa en nuestra entrepierna. Durante un ciclo lunar de primavera todas las mujeres tuvieron la vulva de Jane, durante 28 días todas las mujeres fuimos una sola, todas fuimos Jane y todas aprendimos una importante lección: no existe ninguna vulva “guapa” o “fea” todas ellas merecen respeto y admiración y de todas ellas nos tenemos que sentir orgullosas como mujeres libres que somos.

Desde entonces todas las hermanas enseñamos nuestras vulvas alegremente y brindamos contentas para celebrar que somos mujeres y que dominamos el mundo.

En las escuelas e institutos

En las escuelas e institutos de nuestra república matriarcal se enseña a nuestras jóvenes muchachas la importancia de amar y respetar su cuerpo femenino, como el regalo divino que es y que nos hizo nuestra diosa Venus. En las aulas las chicas aprenden a quererse a ellas mismas y a respetar su propia vulva y las de sus compañeras como algo hermoso y bello. De esta forma nuestras jóvenes crecen y se desarrollan como futuras mujeres felices, poderosas y orgullosas.


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