La bailarina de plomo

Había una vez, en un país muy lejano tres niñas que eran hermanas y se querían mucho, se llamaban Claudia, Julia y Laura. Pese a ser hermanas cada una de ellas era muy diferente a las demás.

Claudia era estudiosa y aplicada, le encantaba observar el mundo y siempre se hacía preguntas sobre el porqué de las cosas. Julia era delicada y dulce, le encantaba el arte y mirar ballet. Finalmente Laura era muy activa, le encantaba el deporte, la competición y las historias épicas.

Cuando se acercó el 1 de Matria, fiesta general en “The Universal Gynecocratic Republic” las niñas pensaron en qué regalos pedir a sus madres pues en esta fecha las madres acostumbran a regalar a sus hijas juguetes y obsequios varios.

Claudia pidió un juego de ciencias, Julia una colección de bailarinas de ballet y Laura una representación en miniatura del “The Universal Gynecocratic Army” nuestro ejército glorioso que antaño logró derrotar al patriarcado y someter a los hombres.

Las tres hermanas se querían de verdad, pese a ser muy diferentes.

Finalmente llegó el 1 de Matria, el primer día del año y, al despertar, las tres niñas encontraron sus regalos a los pies de sus camas. Claudia abrió su juego de ciencias y se puso a jugar. Julia saltó de alegría al ver como su colección de 25 bailarinas de ballet que tanto deseaba estaba a los pies de su cama y enseguida se puso a colocarlas una al lado de la otra junto a la ventana. Laura también estaba muy contenta con su reproducción en miniatura de nuestro glorioso ejército femenino y se puso a colocarlos en formación sobre una mesa.

Julia colocó su colección de 25 bailarinas junto a la ventana.
Laura, la hermana menor, colocó su reproducción de soldados sobre una mesa.

Las tres hermanas jugaron con sus juguetes nuevos sin descanso, sin darse cuenta del paso del tiempo, hasta que sus madres las obligaron a irse a dormir, pues ya era muy tarde. Las niñas recogieron sus juguetes y se fueron a dormir.

Por la noche…

De noche los juguetes cobraban vida, mientras las niñas dormían las bailarinas se ponían a bailar y las soldados a luchar.

Las bailarinas de Julia se ponían en formación para hacer bonitos pasos de ballet, todas ellas, las 25 bailarinas, en perfecta coordinación se pusieron a interpretar coreografías de obras famosas como “El cascanueces” o “El lago de los cisnes”. Todas era ágiles esbeltas y flexibles, todas menos una que estaba hecha de plomo y, por ello, no tenía ni la agilidad ni la flexibilidad de sus 24 compañeras. A la bailarina de plomo le costaba mucho seguir el ritmo y tenía que hacer siempre un esfuerzo enorme para seguir el paso de sus compañeras y, de esta forma, no estropear las coreografías.

Todas las bailarinas, al saltar y hacer pasos en los que tenían que separar las piernas enseñaban alegremente sus divinas y coloridas vulvas. Todas excepto “la bailarina de plomo” cuya vulva era de tono metálico, del color del plomo.

Por ello “la bailarina de plomo” se sentía avergonzada de su vulva, se sentía desgraciada y no bailaba con una completa libertad. Ella siempre estaba triste, pese a intentar dar una imagen de alegría hacia sus compañeras. Por alguna extraña razón le tocó ser diferente a sus compañeras, le tocó estar hecha plomo, ese material pesado y de color metálico. Nadie conocía su nombre pues todas utilizaban ese término “la bailarina de plomo” para referirse a ella. A menudo se preguntaba a sí misma por qué era diferente a las demás, por qué su vulva no podía ser de colores alegres, como las vulvas de sus compañeras.

Por su parte el ejército del “The Universal Gynecocratic Army“, el juguete de Laura, se puso a batallar y a practicar estrategias de combate.

Las soldados se pusieron a luchar y, con disciplina y orden marcial, empezaron a practicar diferentes tácticas militares tanto de defensa como de ataque. Las fuerzas armadas femeninas siempre deben estar preparadas para hacer frente a un hipotético nuevo ejército de liberación masculina que pretenda imponer, de nuevo, el infame patriarcado.

Todas las hermanas soldado del “The Universal Gynecocratic Army” mostraban orgullosas sus armas en actitud de combate, haciéndose dignas de la fama de mujeres valientes que arriesgaron su vida y su integridad física para defender la dignidad de todas las muchachas y mujeres del mundo; honrando la memoria de las famosas guerreras que lograron someter a los hombres derrotando al infame “Ejército masculino de resistencia”. Más tarde, durante la época de los intentos de invasión de nuestra república matriarcal por parte de ejércitos masculinos de países vecinos, nuestras bisabuelas y tatarabuelas lograron derrotar todos y cada uno de esos intentos de invasión esclavizando a tantos soldados masculinos como pudieron.

Las mujeres del mundo no debemos, ni podemos, olvidar como, en todas esas luchas nuestras antepasados no dieron tregua, ni siquiera un segundo, a todos esos ejércitos masculinos. Finalmente nuestras hermanas lograron una epopeya acabando con el patriarcado por todo el mundo no sin sacrificios, pues algunas hermanas soldado perdieron la vida o quedaron mutiladas de forma permanente.

Una de las soldados, por desgracia había perdido la pierna, de rodilla para abajo y, pese a que luchaba y seguía las órdenes de sus superiores de la mejor forma que podía, desgraciadamente no era capaz de seguir el ritmo de sus compañeras. Seguramente cayó en alguna mina colocada por el ejército masculino durante la revolución matriarcal que antaño sometió al hombre y liberó a las mujeres del yugo patriarcal.

Las bailarinas ensayaron una coreografía tan hermosa con una música tan agradable que las soldados, poco a poco dejaron de batallar para mirar el fantástico espectáculo de ballet que ofrecían las bailarinas.

Unas soldados se avisaban a las otras: “Mirad la coreografía tan maravillosa que hacen las bailarinas. Además enseñan sus encantadoras vulvas de colores con una agradable sonrisa en el rostro. Esas bailarinas son adorables. Dejad de batallar y vamos todas juntas a admirarlas.”

Las soldados dejaron las batallas para otra noche y se pusieron a admirar a las bailarinas de ballet. Todas comentaban, entre ellas, lo bien que bailaban, la frescura y alegría que transmitían y lo hermosas que eran sus vulvas de colores que enseñaban alegremente en cada pirueta.

La única bailarina que dejó a todas las soldados indiferentes, fue la “bailarina de plomo”, sus movimientos eran torpes y pesados y su vulva era de un color metálico y apagado, como el plomo. Ninguna soldado prestó atención, ni dedicó comentarios de admiración a la “bailarina de plomo” sólo la soldado sin pierna se fijó en ella. Notó como aquella expresión facial neutra y aquellos ojos tristes, del color del plomo, destilaban una delicadeza y una sensibilidad que, poco a poco, movimiento a movimiento y pirueta a pirueta, la fueron cautivando primero y enamorando después.

La “bailarina de plomo” también se fijó en aquella soldado coja a la que le faltaba una pierna y empezó a admirar su valor, su esfuerzo y su entrega en cada ejercicio militar. Así que de una profunda admiración mutua nació un amor imposible entre aquella bailarina de plomo y aquella soldado coja.

Desgraciadamente el destino iba a separar a aquellas dos mujeres. Julia, enseguida notó que una de sus bailarinas era diferente a las demás pues era de color metálico y pesaba bastante más que sus otras 24 bailarinas, así que preguntó a Claudia, su hermana “científica” sobre aquella figura. “Esta bailarina está hechá hecha de plomo, Julia, por eso pesa más que las otras”. Así que la niña decidió separar a aquella bailarina de las demás para que no entorpeciese las coreografías de ballet. Julia puso a la bailarina de plomo junto a la ventana. Una tarde una fuerte tormenta sacudió la ventana y precipitó al vacío a la bailarina de plomo que cayó a la calle. Al poco rato dos niñas que jugaban bajo la lluvia la encontraron y la pusieron sobre un barquito de papel para hacerla navegar en un pequeño torrente de agua que desembocaba en una alcantarilla. Así que la bailarina de plomo, subida en aquel barquito de papel, se precipitó en la cloaca de la ciudad. Allí una enorme rata se puso a gritar preguntándole si ya había pagado el peaje de paso por aquella alcantarilla. La bailarina de plomo no respondió y enseguida la rata gritó a sus compañeras “¡Detenedla, no ha pagado el peaje!”

Finalmente la bailarina de plomo fue a parar al mar, donde el barquito, de papel, se deshizo y ella, al ser de plomo, se precipitó hacia las profundidades del océano. La bailarina de plomo pensó que era el fin y el único pesar que tenía era no poder volver a su amada, la valiente soldado coja. En ese momento todo quedó oscuro, una enorme boca se la tragó: un pez la engulló. Pero, al poco rato de ser engullida, una pescadora, que faenaba por la zona, pescó al pez y, una vez en tierra, lo llevó al mercado del pescado para venderlo. Mayra, una de las madres de las tres niñas, pensó en cocinar pescado para esa misma noche y acudió al mercado del pescado comprando, entre otra piezas, a ese mismo pez que se había tragado a la bailarina de plomo unas horas antes. Así que al llegar a casa y abrir la barriga del pez, para cocinarlo, encontró a la bailarina de plomo. Mayra enseguida llamó a su hija Julia que se puso a dar saltos de alegría al poder recuperar a su bailarina perdida.

“¡Jamás te separaré de las demás bailarinas!” Le dijo Julia entre lágrimas. “¡Jamás debí separarte de tus compañeras, tú eres una bailarina más!”.

Así que las dos amantes volvieron a encontrarse por capricho del destino. De noche los juguetes seguían cobrando vida, las soldados del ejército femenino seguían con sus ejercicios militares hasta que las bailarinas empezaban sus coreografías, momento en que las soldados suspendían las maniobras militares para admirar aquellos bailes tan extraordinarios. Por supuesto las dos figuras, la bailarina de plomo y la soldado coja seguían amándose desde la distancia.

Llegó el invierno, uno de los más fríos que se recuerda así que Mayra y Nora, las dos madres de las tres niñas, encendían la chimenea cada noche para que toda la familia pudiese dormir caliente. Una noche de luna llena Julia, justo antes de irse a dormir, dejó a la bailarina de plomo, junto a sus compañeras, muy cerca de la chimenea.

Casualmente esa misma noche, las dos mujeres pusieron un combustible extra a la leña para que ardiera mejor y así calentar bien toda la casa. Una vez se durmió toda la familia los juguetes, como cada noche, cobraron vida. El ejército se puso a hacer sus maniobras militares atentas, como siempre, al inicio del ensayo de las bailarinas, pero éste nunca llegó. Las bailarinas, con el calor tan fuerte que emanaba de la chimenea no se atrevían a iniciar el ensayo por miedo a un desmayo por golpe de calor. Así que todas las bailarinas se quedaron tumbadas, o sentadas sin moverse, todas menos una…

Al notar el calor tan intenso del fuego, la bailarina de plomo ganó elasticidad, agilidad y resistencia y se puso a hacer piruetas, saltos y ejercicios que sorprendieron a sus 24 compañeras y despertó su admiración por aquellos números que ellas no eran capaces de hacer. Las 24 compañeras de la bailarina de plomo dejaron de estar sentadas o tumbadas, se levantaron y, todas a la vez, se pusieron a aplaudir con alegría y profunda admiración. Las soldados suspendieron, como cada noche las maniobras militares, pero esta vez para ver sólo la actuación de la bailarina de plomo que, completamente desnuda bailaba con una energía y alegría que sorprendió agradablemente a todos los juguetes, mientras por la ventana veían como la luna llena brillaba desde el cielo con todo su esplendor. Las soldados quedaron enamoradas con aquellos movimientos tan sensuales y con aquel cuerpo que había tomado una tonalidad metálica brillante. Era como si una diosa se hubiera encarnado en bailarina y hechizara a todos los juguetes con aquel baile que, pese a no dejar de ser ballet, parecía representar un ritual sagrado.

Las horas pasaban y las 24 bailarinas se cansaron de aplaudir, pero la bailarina de plomo no se cansaba, parecía movida por una energía sobrenatural que cada vez la hacía bailar con más y más pasión. Aquel cuerpo metalizado y brillante centró toda la atención, era como si aquella noche sólo existiera el fuego, la luna llena y aquel cuerpo semidivino en cuya piel metálica y brillante se reflejaba la luz de nuestro astro sagrado.

Poco a poco la bailarina de plomo de fue acercando más y más a la chimenea. Ella seguía con sus bailes, saltos y ejercicios pero de forma casi imperceptible se acercaba al fuego, el cuarto elemento de la creación después del aire, el agua y la tierra. Las piruetas y saltos que la bailarina de plomo hacía al aire, dibujaban unas mágicas siluetas sobre el fuego que hechizaron a todas las hermanas soldados que la admiraban sin cesar. En un momento dado la bailarina de plomo de lanzó de bruces contra el suelo abriendo sus piernas y enseñando su vulva a todas las presentes. En ese momento se dieron cuenta de que, durante todo el baile, la bailarina de plomo en ningún momento había enseñado su vulva hasta entonces. La visión de la vulva hizo enloquecer a todas las hermanas soldado que empezaron a balancearse adelante y atrás intentando perder el equilibrio para caer sobre aquella vulva tan divina y así poder tocarla. La bailarina de plomo estaba prácticamente pegada a las llamas y, por lo tanto, la soldado que cayera sobre su vulva no podría sobrevivir al fuego, pero eso no importó a las hermanas del “The Universal Gynecocratic Army” que seguían balanceándose sin parar. La única que logró perder el equilibrio y caer sobre la vulva de la bailarina de plomo fue la soldado coja pues, al tener una sola pierna, pudo conseguirlo.

Y así fue como, frente a la admiración de todos los juguetes, la bailarina de plomo y la soldado coja, acariciando aquella divina vulva plateada, se fundieron juntas frente al fuego, abrazadas, enamoradas. Las dos amantes quedaron juntas para siempre.

Al día siguiente las niñas vieron como un hermoso corazón de plomo había aparecido junto a la chimenea. Julia buscó a la bailarina de plomo pero no la encontró por ningún sitio. Laura tampoco encontró a su soldado coja. Así que fueron a hablar con Claudia, la hermana “científica” que analizó el corazón de plomo (todavía caliente), explicó a sus dos hermanas las propiedades físicas del plomo y concluyó que ambas figuras se habían fundido junto al fuego posiblemente por influencia de la Luna Llena. Aquello impresionó a las tres hermanas que jamás volvieron a ser las mismas, siguieron jugando con sus juguetes, pero algo había cambiado en ellas.

La silueta de la bailarina de plomo haciendo piruetas frente al fuego quedó en la retina y en la mente de todos los juguetes que ya jamás volverían a cobrar vida por la noche. Aquellos juguetes sólo volverían a sentir, y a amar, cuando las niñas jugaran con ellos, única y exclusivamente en esos momentos.

Aquel corazón de plomo fue guardado por las tres hermanas durante toda su vida y cada vez que las tres estaban juntas lo mostraban a la luna llena.

Cuando, las niñas, sucesivamente fueron cumpliendo la mayoría de edad cada una de ellas fue grabando su inicial en el corazón de plomo, la primera fue Claudia la “C”, a los pocos meses Julia grabó su inicial “J” pues Claudia nació del vientre de una de sus dos madres y Julia del de la otra. Finalmente fue Laura, la más joven de las tres, quien grabó la “L” al cumplir los 16 años tal y como habían hecho sus dos hermanas.

Con el paso de los años Claudia se hizo científica e investigó para el desarrollo de nuestra república matriarcal, Julia se hizo bailarina de ballet y bailó en el prestigioso “Ballet Ginecocrático Nacional” y Laura llegó a Comandante, el grado más alto del “The Universal Gynecocratic Army” nuestro glorioso ejército femenino.

Las tres hermanas representaron durante su vida los tres pilares de nuestra república matriarcal: La Ciencia, el Arte y la Defensa armada. Aquella historia impresionó a las tres hermanas: Las tres entendieron, durante toda su vida, que el amor entre mujeres es eterno y representa el motor de nuestro matriarcado.

También aprendieron que no existen las mujeres imperfectas, ni tampoco perfectas, porque todas somos sagradas, todas somos divinas desde el momento que nuestra amada Diosa Venus habita en nuestro interior. Finalmente entendieron que los defectos físicos, según en qué situaciones pueden convertirse en una ventaja y que ninguna vulva es fea ni rechazable, todas las vulvas son divinas y sagradas, sólo hace falta ver su punto de belleza.

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