Jack y las habichuelas

Había una vez una mujer que vivía con su hijo adolescente en una granja cerca de la montaña.

El hijo de la señora era fantasioso e ingenuo como la mayoría de los chicos de su edad. La mujer era pobre y ella sólo tenía una vaca. Un día la señora le dijo a su hijo:

– “Coge esa vaca y llévala al mercado para venderla, así tendremos dinero para comprar comida. Y, por favor, no te distraigas por el camino”.

Y el muchacho respondió:

– “Sí mamá, haré lo que me dices”.

La madre le dijo adiós a su hijo esperando que volviera con un buen dinero por la vaca. El chico encontró a una señora, por el camino, que se le acercó y afirmó ser una bruja.

-“¿A dónde llevas esa vaca muchachito?” Preguntó la mujer desconocida.

-“La llevo al mercado, estimada señora. Mi madre me ha dicho que la venda porque necesitamos dinero”. Respondió Jack.

-“Me interesa esa vaca, muchachito. Hagamos un trato: te una cuantas habichuelas mágicas y a cambio me darás esa vaca” Dijo la señora desconocida sacando una habichuelas y enseñándoselas a Jack.

-“¿Són habichuelas mágicas, estimada señora?” Preguntó Jack con expresión curiosa en su cara.

-“Aún no, jovencito. Espera un momento, por favor.” Respondió la mujer.

Entonces la señora desconocida se levantó la túnica enseñando sus genitales y acercó la mano a su entrepierna. Ella frotó las habichuelas sobre su vulva desnuda mientras decía una serie de frases en un idioma extraño que Jack no conocía. Finalmente la dama le dio las habichuelas a Jack:

-“Aquí tienes muchacho, te recomiendo que las tomes porque estas habichuelas mágicas os traerán riqueza a tu madre y a ti.” Dijo la señora con una amplia sonrisa en la cara.

Jack estaba sorprendido y, después de un momento de duda, se quitó el sombrero para que la señora pudiera poner las “habichuelas mágicas” dentro.

-“Bien hecho muchachito. No te arrepentirás”. Dijo la señora desconocida dejando las habichuelas dentro del sombrero de Jack.

Convencido de haber hecho un buen trato, Jack le dio la vaca a la señora y volvió a casa con las “habichuelas mágicas” en su sombrero. Él estaba contento porque estaba seguro de que su madre sería feliz al ver el buen trato que había hecho.

-“Has vuelto muy pronto, Jack. ¿Ya has vendido la vaca?” Preguntó su madre cuando Jack llegó a casa.

-“No, mami, he cambiado la vaca por estas habichuelas mágicas. Una señora desconocida me las dio a cambio de la vaca, ella me dijo que son mágicas y que nos harán ricos. Creo que ella era una bruja porque le hizo un hechizo a las habichuelas delante mío. Seguro que estas habichuelas nos traerán riqueza y abundancia” Dijo Jack con una amplia sonrisa en la boca mientras enseñaba las habichuelas en su sombrero.

La madre de Jack se volvió loca de la rabia, estaba completamente furiosa y muy enfadada con su hijo, después de regañarle severamente ella lanzó las habichuelas por la ventana.

-“¡Estas habichuelas son del todo inútiles y esa mujer te ha engañado niñato estúpido! Ves a la cama ahora, a dormir sin cenar”. Dijo la madre de Jack furiosa.

Jack se fue a la cama llorando, él estaba enfadado consigo mismo. Durante la noche se despertó, no podía dormir del hambre porque no había cenado. Así que, a medianoche, Jack miró por la ventana y vio como, justo en el lugar donde habían caído las habichuelas, una inmensa planta había brotado y como, una viña, que parecía infinita, se alzaba hacia el cielo. Impresionado por lo que vio, Jack empezó a trepar la viña, la curiosidad por saber qué había al final de la planta le hizo seguir trepando más y más alto. Después de trepar por la planta durante mucho tiempo Jack vio a lo lejos un enorme castillo y se acercó a él. El muchacho entró al castillo por una ventana y vio una habitación en la que todo era enorme, sin duda alguna gente gigantesca vivía en ese lugar. De repente Jack escuchó un ruido, al girarse vio una enorme mano agarrándole de su camisa. Era una señora gigantesca que le preguntó:

-“¿Quién eres, muchacho?”

-“Por favor no me haga daño, señora. He encontrado este castillo y sentía curiosidad por saber quién vivía aquí”. Respondió Jack temblando de miedo.

-“No voy a hacerte daño muchachito. Mi marido y yo vivimos aquí, él no está aquí ahora mismo y es una suerte porque le gusta comerse a los muchachitos como tú.” Dijo la giganta cuando el estómago de Jack se puso a rugir.

-“He llegado aquí escalando esa enredadera de fuera, señora, y tengo mucha hambre, señora. ¿Podría servirme algo de comer, por favor?” Preguntó Jack tocándose la barriga.

-“Te serviré una buena comida, pero cuando hayas acabado de comer quiero que me hagas un favor”. Dijo la giganta amablemente.

La mujer dejó a Jack en la mesa y le sirvió algo de comer. Mientras el chico comía, la enorme mujer se levantó la falda delante de él.

-“Mi marido ha roto todos los espejos que teníamos, él no quiera que pueda verme la vulva, así que no puedo verme los genitales desde hace mucho tiempo. Por favor, muchachito, míralos y descríbeme cómo es mi vulva, necesito escuchar cómo es ya que no puedo verla.

Jack miró a la enorme vulva que tenía delante y empezó a describir lo que veia:

-“Su vulva, amable señora, es alargada, carnosa y de un tono rosa suave, es un color muy bonito similar al del hocico del ternero de una vaca al nacer. El bello, que nace del monte de Venus cae a lado y lado de los labios vaginales, parece el tejado de una casa. Los labios interiores se pliegan entre ellos y parecen el capullo de una rosa cuando empieza a abrirse en primavera, las gotas de rocío hacer que el color rosa resalte aún más y le dan un tono brillante. Es una imagen preciosa, señora…”

Jack dejó de hablar porque un fuerte ruido vino de la puerta del castillo.

-“¡Es mi marido!” Dijo la giganta volviéndose a bajar la falda para tapar su vulva. “Quédate totalmente quieto y en silencio, muchachito” dijo la giganta a Jack mientras lo metía en el bolsillo de su falda.

Jack se quedó totalmente quieto y en completo silencio mientras escuchaba todo.

-“Querida esposa, quiero que me prepares algo de comer, tengo hambre después de trabajar en el campo. Tengo tanta hambre que incluso me parece oler a niño”. Dijo el gigante con su profunda y fuerte voz.

-“Es tu imaginación, querido, sigue comiendo. Salgo fuera un momento a recoger la colada que tendí esta mañana.” Dijo la giganta amablemente, y Jack oyó como la mujer besaba a su marido.

La mujer salió y abrió un cobertizo del que cogió un arpa dorada. Entonces sacó a Jack de su bolsillo y le dijo:

-“Puedes volver a tu casa ahora, este arpa está hecha de oro, mi marido ya no la usa más y no lo echará a faltar, así que puedes quedártela, es para ti. Por favor, vuelve mañana, una hora antes de como has llegado hoy, así podrás seguir hablándome de mi vulva y te daré algo todavía más valioso que este arpa.” Dijo la giganta a Jack, y le dejó en la enredadera para que volviera a casa.

-“Sí, amable dama, aquí estaré mañana a la hora que usted desea” Dijo Jack.

El chico empezó a bajar por la enredadera hacia su casa y, tan pronto como llegó, le contó todo a su madre y le dio el arpa de oro.

-“Lo siento mucho Jack, no debí haberme enfadado ni haberte regañado anoche. Este arpa de oro es muy valiosa y seguro que la venderemos a buen precio.” Dijo la madre de Jack.

-“¡Te quiero mamá!” Dijo Jack y se abrazaron el uno al otro.

-“Siento lástima por esa mujer.” Dijo la madre de Jack. ” Así que te daré mi espejo personal, pero si ella es una giganta seguro que necesitará varios. Preguntaré a todas mis amigas para conseguir más espejos, Jack”

-“No, mamá, a ti te encanta ver tu vulva en tu espejo personal todas las mañanas y yo se que eso te hace muy feliz.” Dijo Jack con tristeza.

-“No te preocupes, mi muchachito, es sólo un espejo. Yo puedo comprar uno nuevo o tomarlo prestado de alguien, pero esa señora está completamente sola con su esposo, así que debemos solidarizarnos con ella.” Dijo la madre de Jack.

Así que al día siguiente Jack empezó a trepar por la enredadera una hora antes llevando con él una mochila con varios espejos. Su madre de despidió:

-“Cuidate mucho Jack, hijo mío, te esperaré, aquí, impaciente.” Dijo la señora.

Jack llegó al final de la enredadera y, esta vez, la enorme señora le estaba esperando, tomó a Jack en sus manos y lo llevó al castillo.

-“¿Estás listo para volver a hablarme de mi vulva, querido muchachito?” Preguntó sonriendo la giganta.

-“Tengo algo mejor para usted, amable señora. Tengo varios espejos dentro de esta mochila, si cogemos una tabla y usamos resina podremos pegarlos unos al lado de otros hasta componer un espejo de un tamaño adecuado para que usted pueda verse, por sí misma, su vulva.” Dijo Jack con una sonrisa en los labios.

La enorme cara de la giganta se iluminó de repente. Jack sacó los espejos de la mochila y se los dio a ella. Inmediatamente la enorme señora trajo una tabla y un bote de resina y empezó a pegar los espejos uno al lado de otro hasta conseguir un único espejo de un tamaño adecuado a las dimensiones de su vulva. Una vez acabó, la enorme mujer levantó su falda y, temblando de emoción, se miró la vulva en el espejo. Nada más ver el reflejo de su vulva en el espejo, la giganta empezó a llorar de felicidad:

-“¡Oh mi diosa sagrada. Es hermosa!” Ella dijo, entre lágrimas, mirando la imagen de su vulva en el espejo.

-“Estoy contento de que por fin sea feliz, señora” Dijo Jack sonriendo.

La señora se levantó, acomodándose la falda, y salió del castillo para volver al cabo de un rato con una gallina entre sus enormes manos.

-“Esta gallina es para ti, Jack, es muy especial porque sólo pone huevos de oro macizo.” Dijo la mujer dándole la gallina a Jack.

-“¡Muchas gracias, estimada señora!” Respondió Jack metiendo la gallina dentro de la mochila vacía en la que había traído los espejos.

La enorme señora volvió a coger el espejo y se levantó la falda, de nuevo, para seguir mirándose la vulva. En ese momento se oyó la profunda voz del gigante:

-“Querida, hoy regreso más pronto” Dijo el marido.

La puerta estaba abierta, así que el gigante vio a su esposa mirándose la vulva en el espejo mientras Jack metía la gallina en la mochila.

-“¡Deja de mirarte tu asqueroso coño, puta, y agarra a ese mocosa ladrón que intenta robar mi gallina de los huevos de oro!” Gritó el gigante furioso.

-“El chico no es un ladrón, yo le di esa gallina, y no es ningún “mocoso” de hecho él es mil veces más hombre que tú, estúpido machista!” Gritó la giganta enfadada.

Jack salió corriendo del castillo con la gallina, en la mochila, que empezó a poner huevos de oro. El chico se apresuró hacia la enredadera para bajar por ella y volver a casa, cada vez tenía más y más peso pues la gallina seguía poniendo huevos de oro macizo. El gigante empezó a perseguirlo loco de ira, pero su esposa dejó el espejo, se levantó y le hizo la zancadilla para derribarlo y evitar que atrapara a Jack. El gigante cayó al suelo, y se levantó de nuevo, pero su esposa volvió a hacerle la zancadilla haciéndole caer de nuevo una y otra vez. Finalmente el gigante pudo salir del castillo y cerrar la puerta para evitar que su esposa volviera a hacerle caer. Jack descendía rápidamente por la enredadera cada vez con más y más peso, pues la gallina seguía poniendo huevos dentro de la mochila. Al final el chico pudo llegar a casa, pero el gigante le perseguía, bajando por la enredadera, ciego de la ira. Así que Jack y su madre cogieron cada uno un hacha y se pusieron a cortar la enredadera evitar que el gigante les atrapara. Por fin consiguieron cortarla del todo haciendo que el gigante cayera al vacío para estrellarse contra el suelo y morir.

Jack entregó todos los huevos de oro a su madre y le dijo: “Siento que te hayas quedado sin tu espejo personal con el que te mirabas la vulva, querida mamá.” La madre besó a Jack en la frente y le dijo: “No te preocupes, hijo mío: Yo ya me he visto la vulva infinidad de veces, ahora ese espejo hará un mejor servicio a otra mujer que necesitan aprender sobre el enorme poder que habita en su entrepierna femenina.” En ese momento Jack comprendió que a veces un simple espejo tiene más valor que el mayor de los tesoros del mundo.

-“Has aprendido la lección Jack, querido hijo, has visto como un hombre de verdad debe trabajar por la felicicdad de las mujeres y debe adorar el cuerpo femenino, todo el cuerpo femenino al completo. Además el hombre de verdad adora a las mujeres como diosas que somos, aún cuando a veces cometemos errores, como yo cuando me enfadé contigo al traer aquellas habichuelas mágicas. El hombre de verdad es feliz frente a la hermandad femenina y la solidaridad entre las mujeres. El hombre de verdad desea que la mujer sea feliz, el hombre de verdad quiere que las mujeres amemos y admiremos nuestros sagrados cuerpos femeninos.