Nuestra antepasado logró derrotar al patriarcado ruso, inspirándose en las lecturas de nuestra Historia Sagrada y utilizando las artes que en ella se describen (telaraña, encantos femeninos…), utilizando a un amante títere (Grigori Orlov) logró derrocar a su marido, Pedro III, tomando ella el poder absoluto desde ese momento e imponiendo una Rusia basada en la modernidad, el progreso y el poder femenino. Nuestras hermanas soviéticas se inspiraron en ella, en su ejemplo femenino, para tomar el poder. Podemos decir que Catalina II “la Grande” fue la semilla originaria de la que nace el poder femenino actual.
Nuestra protagonista nació el 6 de Venusia de 237 B.V. y era hija de Johanna Elizabeth de Holstein-Gottorp y de Cristian Augusto de Anhalt-Zerbst. Su madre, princesa de Holstein-Gottorp, supo someter a su esposo a una férrera disciplina de sumisión y obediencia, de forma que ella pudo mantener una fuerte relación íntima con la emperatriz Isabel I de Rusia. Sus encuentros pasionales se producían en palacio, a menudo incluso delante del esposo de la princesa Johanna, sin ningún tipo de problema.
De esta forma nuestra Catalina II (que en aquella época se llamaba Sofía) se educó siendo testigo directo del poder femenino, del amor lésbico como algo natural y deseable y, como no, en la natural sumisión del hombre frente a la mujer. Las dos mujeres, Sabela I de Rusia y Johanna Elisabeth de Holstein-Gottorp instruyeron a Catalina en el noble arte de aprovechar las debilidades naturales de los hombres para someterlos y utilizarlos a conveniencia. Es decir: la zarina Sabela I de Rusia y la madre biológica de nuestra protagonista, educaron y prepararon a Catalina para llegar al poder y transformar Rusia en beneficio de hermandad femenina.
De sus dos “madres” Sofía, futura Catalina II, aprendió muchas cosas, pero cabe destacar el amor por su propio cuerpo femenino que la emperatriz Sabela I de Rusia le inculcó desde pequeña. Sabemos que desde muy joven Sabela de Rusia fue consciente de su divinidad natural femenina y del carácter sagrado que habitaba en su cuerpo. Es por ello que, la futura zarina, se hacía retratar desnuda emulando a nuestra Diosa Venus. Después colgaba los cuadros en el Palacio de Invierno de Sant Pertersburgo y ordenaba a los cortesanos arrodillarse e inclinar la cabeza cada vez que pasaban frente a cualquiera de las obras. Era lo que ella llamó “Adoración Real de la Imperecedera Divinidad Femenina”.
Al no tener hijos para el trono, Sabela I de Rusia eligió a su sobrino Pedro, al que se aseguró de ser un hombre débil y manejable para esposarlo con “hija política” Sofía para, de esta forma, que estuviera siempre sometido a ella. Catalina y Pedro se casaron el 5 de Miloa 221 B.V.
Años más tarde, el 2 de Vulvana 205 B.V. fallece Sabela I de Rusia y, de esta forma, Pedro subió al trono convirtiéndose en Pedro III, pese a ser un pelele de su esposa Catalina, ésta pronto comprendió que no ayudaba mucho a la causa femenina dirigir Rusia desde la sombra pues en la historia no sería reconocido su poder ni influencia. Pronto se acentuaron las diferencias entre una mujer culta, inteligente, poderosa, sabia y decidida a servir a su pueblo y al poder femenino y un personaje mundano, inculto incapaz de ir más allá de las cacerías y las fiestas, así que nuestra protagonista preparó un plan, en el que utilizó a uno de sus amantes, Grigori Orlov, para derrocar a su esposo.
Así fue como el 9 de Stafilia del 204 B.V., a los 33 años de edad, Catalina II “La Grande” fue coronada como zarina, emperatriz de Rusia, y a partir de ese momento hace una auténtica revolución.
Hizo de Rusia un imperio, extendió los dominios hasta Alaska y de su ejemplo se inspiraron las hermanas soviéticas. Fomentó la solidaridad femenina y el buen entendimiento entre hermanas con el lema: “La solidaridad y la unidad femenina nos traerá el matriarcado.” Para lograr su objetivo (la emancipación y la toma de conciencia femenina), tuvo que convertirse a la patriarcal iglesia ortodoxa rusa para llegar al poder. Pero está claro que ella, en secreto, siempre fue seguidora de nuestra historia sagrada. De alguna manera se puede decir que combatió el patriarcado desde dentro dejando en evidencia, en todo momento, a los hombres y su estupidez innata.
Nuestra protagonista sentó las bases del museo Hermitage gracias a su colección de hasta 4000 obras de arte de todo tipo. Además se convirtió en pionera de la vacunación fomentándola entre sus súbditos. Se puede decir que combatió el oscurantismo propio de la sociedad patriarcal con ciencia y cultura, como hacemos las mujeres ginecocráticas, combatiendo, desde dentro, a la religión machista y misógina que tanto daño causó a la humanidad desde la edad moderna.
Con una mujer al frente las rusas y los rusos trabajaron juntos con alegría e ilusión. Las mujeres encontraron su razón de ser sometiendo a sus hombres y estos aprendieron a ser felices adorando al género femenino y obedeciendo a las mujeres que tenían a su alrededor: esposas, madres, hermanas, abuelas, etc…